- Por Emilio Daniel Agüero Esgaib
- Pastor principal de la iglesia
- Más que Vencedores
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La historia se relata en el libro de su mismo nombre en la Biblia y nos cuenta que Dios llama a Jonás a ir a predicar a Ninive para que se arrepientan de un juicio inminente contra esa ciudad a causa de la maldad. Jonás no obedece y huye a una tierra lejana en un barco. Dios propicia una tormenta en alta mar y los marineros tiran a Jonás al mar. Un gran pez lo traga, Jonás se arrepiente y tres días después lo vomita en la playa y va a advertir a Ninive del juicio de Dios.
El pueblo y el rey se arrepienten y Dios les perdona. Jonás se enoja por el perdón de Dios y se amarga. Dios habla con Jonás en el desierto y le da una lección.
Jonás era un profeta y recibe la orden de ir a advertir de un juicio a un pueblo que solo acarreó desgracia, muerte y dolor al suyo. Un pueblo pagano, sangriento, violento e indolente. Es como que Dios te pida que vayas a advertir a alguien que te hizo daño, que te humillo, que te acarreó desgracia y encima no está arrepentido para nada, pero Dios te pide que vayas a salvarlo. El ser humano de manera natural desea que sus enemigos sufran las consecuencias de sus hechos, hay una sensación frustrante y dolorosa de impunidad y de frustración cuando alguien malo o que haya hecho mucho daño salga sin castigo y encima, bendecido. Nos cuesta entender y aceptar.
De hecho en esta historia podemos encontrar la gracia de Dios por todos lados: es Dios quien toma la iniciativa de perdonar (los ninivitas ni siquiera conocían a Dios mientras este ya hacía planes para salvarlos), esto también lo hizo con nosotros, leemos en Romanos 5:8 “mas Dios muestra su amor con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, es Dios quien llama a Jonás a hacerlo, es Dios quien propicia la tormenta, es Dios quien prepara el gran pez, es Dios el que hace que el pez lo vomite en tierra, es Dios quien reencausa a Jonás a advertir a los ninivitas, es Dios quien perdona, es Dios quien trata con la dureza de corazón de Jonás, es Dios el gran protagonista de salvación de esta historia, de hecho Jonás mismo reconoce esta verdad de gracia salvadora y lo dice en Jonás 2:9 “la salvación es de Jehová”.
De la historia de Jonás podemos quitar muchas verdades prácticas de cómo es Dios y cómo somos los seres humanos, de cómo piensa y actúa Dios y cómo nosotros, de cuáles son las intenciones de Dios y las nuestras.
En primer lugar vemos la gracia de Dios de querer salvar a un pueblo impío y pecador de sus pecados y la condenación. Muchos dicen que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios vengativo e indolente. No lo veo así. Por todo el Antiguo Testamento vemos la gracia y la justicia de Dios. Perdonó a Adán y Eva de su rebeldía y deslealtad, no los maldijo y les dio una esperanza de salvación. Advirtió ciento veinte años a la generación de Noé, pero ellos solo se burlaron de Dios y su mensajero. Advirtió y tuvo paciencia más de 400 años con los cananeos hasta que su falta de arrepentimiento y maldad extrema durante cuatro siglos llegó al tope. Acá vemos que perdona a toda una nación malvada y violenta que si se arrepintió de sus pecados y Dios lo perdonó aún siendo un pueblo pagano, tenemos muchísimos ejemplos más. La gracia de Dios se ve en toda la Biblia desde Génesis 3 hasta Apocalipsis 22:21, último versículo y capítulo, donde dice: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.
También vemos la dureza del corazón de Jonás, quien nos representa. Él huye del llamado divino a Tarsis, era la ciudad más extrema y lejana de Ninive, o sea, él quería ir lo más lejos posible, pero no podemos huir de nuestro llamado. Romanos 11:29 “Porque irrevocable son los dones y el llamamiento de Dios”. También David decía que es imposible huir de su presencia en Salmos 139:7.
También vemos la dureza del corazón de Jonás, quien nos representa. Él huye del llamado divino a Tarsis, era la ciudad más extrema y lejana de Ninive, o sea, él quería ir lo más lejos posible, pero no podemos huir de nuestro llamado.