EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
El origen de la frase latina “Ave imperator, morituri te salutant” (Salve, emperador. Los que vamos a morir te saludamos) casi se pierde en el tiempo. Una versión similar muy difundida también es “Ave Caesar, morituti te salutant”, pero según los historiadores el saludo referido en el año 52 d.C. no estaba destinado a Julio César, sino al emperador Claudio, y fue pronunciado por unos criminales que debían luchar (como gladiadores) a muerte, en una representación circense, simulando una batalla naval, para diversión del emperador romano.
Después de casi 2.000 años, este saludo cobra vigencia en el circo de nuestro país y es proferido por miles de enfermos crónicos, cuya vida es puesta en riesgo por las autoridades de turno.
Hace una semana informaron sobre el vergonzoso dato de que Paraguay es uno de los países que más baja tasa de donantes tiene en Latinoamérica y proponía la necesidad de un urgente cambio de estrategia, inteligente, para revertir esta realidad.
Ayer viernes me refirieron una situación inaceptable que raya lo criminal, y es que hace unos 8 meses el IPS no les paga a los centros de hemodiálisis tercerizados, que mantienen vivos a entre 1.000 y 1.500 pacientes. ¿Dónde van a ser dializadas todas esas personas si colapsan estos centros? El IPS no tiene la infraestructura necesaria y a pesar de que recientemente adquirió nuevos equipos, el servicio deja mucho que desear.
Hace meses fui testigo de cómo un paciente era dializado en una dura camilla durante 4 horas. Y de almohada utilizaba una sucia caja de cartón.
Hace una semana, en conferencia de prensa, también comentaban con preocupación la situación de un niño que necesitaba trasplante de corazón. El jueves, hace dos días, entró a cirugía para que los médicos lo conecten al corazón mecánico esperando el milagro. ¿Qué hizo el Estado en esta semana? Nada. Morituti te salutant.
Morituti te salutant. Mientras, los parlamentarios se pasan de escándalo en escándalo. Si no son denunciados por supuestos títulos falsos, se acusan unos a otros de infidelidades, ventilando cuestiones particulares que deberían ser muy privadas. Pero no, ocupan su tiempo en rencillas que nada tienen que ver con su investidura y menos con la razón para la que fueron elegidos.
Y como si fuera un chiste de muy mal gusto, en medio de la crisis económica de la que aún no puede salir la ciudadanía, los parlamentarios plantean la locura del aumento de su dieta, en lugar de disminuirla, ya que lo que cobran es muy superior a lo que percibe cualquier persona normal que paga impuestos para que ellos puedan cobrar.
Hay que vivir en una burbuja o carecer de total empatía para pensar en un aumento a los parlamentarios, mientras la vida de miles de pacientes pende de un hilo porque no se pagan las cuentas atrasadas.
La aplastante victoria en las urnas en abril tuvo una alta dosis de esperanza por el bienestar futuro y también por el hartazgo ciudadano a causa de la inmensa cantidad de dinero que iba a los bolsillos de las autoridades de turno o los amigos, según las denuncias.
El hecho de que en julio el presidente electo Peña revocaba la designación del doctor Felipe González para el Ministerio de Salud por sus expresiones carentes de empatía fue tomada de muy buena manera, porque el ciudadano entendió que su bienestar estaba por encima de cualquier funcionario, por más ministro que sea.
Pero hoy, el comportamiento de los parlamentarios con su actitud chabacana y egoísta provoca el descontento. Como esa persona que “ya se casó” por eso comienza a engordar, los parlamentarios envían un mensaje de que “ya fueron elegidos” y pueden hacer lo que se les antoja. Y no.
Alguien les tiene que recordar que se les paga uno de los mejores sueldos del país para que trabajen por los ciudadanos y no por interés particular. Es una afrenta que un legislador haya dicho que con el aumento salarial habrá menos senadores y diputados que dejen atrás la corrupción o hagan negocios con el Estado. Nunca les es suficiente.
El emperador Claudio ya no está, pero la diversión a costa de la vida de los ciudadanos sigue vigente. Eso no puede ser.