EL PODER DE LA CONCIENCIA

No hace falta escudriñar demasiado en internet para averiguar cuáles son las peores cárceles de esta parte del mundo. El medio qpasa, el año pasado publicó un artículo que titulaba: “Estas son las cárceles más terroríficas de América Latina” y cita diez: La Tramacúa (Colombia), Mixquiahuala (México), Tocuyito (Venezuela), Tacumbú, (Paraguay), Altamira (Brasil), Cantel (Guatemala) El Curado (Brasil), Litoral (Ecuador), Penal de Ciudad Barrios (El Salvador) y Guantánamo (Cuba).

Para larazón.es/internacional, las cinco cárceles más peligrosas e inhumanas de América Latina son Litoral (Ecuador), El Curado (Brasil), Cantel (Guatemala), Altamira (Brasil) y ¡oh sorpresa!... Tacumbú (Paraguay). Incluso Netflix tituló una producción suya de 48 minutos como: “Paraguay: la cárcel más dura del mundo”.

Podríamos googlear durante horas, pero el resultado sería el mismo, en la lista de las peores siempre aparece Tacumbú. Y paradójicamente, al principio mismo de nuestra Constitución Nacional, en el artículo 21, reza que: las personas privadas de su libertad serán recluidas en establecimientos adecuados (…)”.

No hay que extrañarse de que el nuevo ministro de Justicia pegara el grito al cielo hace pocos días y denunciara que no puede continuar en el cargo si no se toma en serio la seguridad de su entorno, incluso pidió que se utilice un polígrafo para certificar cuál de sus funcionarios “está pasando el dato”, puesto que –aseguró– los grupos criminales dentro de los penales siguen cada uno de los pasos que él da.

Para empeorar las cosas, hace cinco días recibió la información de la fuerte sospecha de que un suboficial fue secuestrado y asesinado en Tacumbú, en tanto que en Encarnación hubo una fiesta “con prostitutas, alcohol y drogas”.

En principio, las cárceles nacieron en cuevas cuando el hombre tuvo que encerrar a sus enemigos, la siguiente metodología fue hacerlos esclavos o matarlos, pero al evolucionar las sociedades vieron necesario no solo apartar a los delincuentes, sino que también recuperarlos y reinsertarlos, por una cuestión humanitaria y porque representa un tremendo gasto para el Estado.

Para tener una idea, el presupuesto del programa central del Ministerio del Interior para el 2023 casi llega a los G. 440 mil millones.

Aunque dicen que el mundo no es justo, muchas veces las autoridades tampoco se dan cuenta de que es sumamente ridículo. No nos referimos al Génesis 3:19, que dice que “Con el sudor de tu rostro comerás {el} pan hasta que vuelvas a la tierra…”, sino a la cuestión moral, puesto que aquellos que están privados de su libertad no trabajan, pero sí comen, y los que están fuera trabajan como burros y muchos no tienen para comer.

Existen varios modelos penitenciarios, como el cuestionado implementado por Nayib Bukele, con una mega cárcel para 40.000 Mara Salvatrucha, quienes antes comían pollo, carne vacuna y hasta pescado, pero ya no. Ahora solo reciben arroz, porotos, tortillas y huevos.

En el sistema de Japón, el que el trabajo es obligatorio. No es un régimen esclavista, pero a los reclusos les hacen trabajar 8 horas al día y estos deben producir para sus gastos, respetar las reglas o son castigados, por ejemplo, haciéndoles ver durante meses una pared.

En Tacumbú, los presos también deberían trabajar para comer y no que los ciudadanos libres paguen por su comida. Pasar el tiempo ocioso solo les incentiva a perfeccionar nuevos delitos y a no reflexionar sobre los errores cometidos y menos tentar una reinserción en la sociedad.

Etiquetas: #sudor#rostro

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