- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
En la semana que pasó, observamos un episodio más de esta miniserie que pretende desgastar la unidad entre el Gobierno del Paraguay y la Asociación Nacional Republicana. En esta ocasión, se trató de un supuesto documento del Gobierno americano, una hoja de ruta de lucha contra la corrupción. La filtración o mejor dicho la entrega de este fue en coincidencia con la sesión de la Junta de Gobierno donde el presidente de la República, Santiago Peña, presentó los ejes de su gestión, en compañía de su gabinete. Un acto que sin duda inquietó a ciertos sectores que operan desde las sombras.
El hecho novedoso es la convocatoria que se hizo desde Cancillería al embajador Ostfield. Al parecer en la Embajada aún no tomaron nota de que el 15 de agosto hubo cambio de gobierno, que hoy las cosas tienen otro manejo. Fue otro gesto de carácter de la administración Peña. Pero no solo eso, además, el presidente realizó una declaración donde trató el asunto como “agresión personal”. Lo que tuvo la obvia intención de generar una brecha, finalmente sirvió para transmitir fortaleza.
El gobierno de Peña está demostrando la importancia que le da a las relaciones exteriores, aun cuando pudo haberse dejado la cuestión en una zona gris o dejarla pasar ya que se trataba de un supuesto, se decidió salir a mostrar el desacuerdo y marcar la cancha. En muchas ocasiones el carácter político se ha visto desde un punto de vista negativo, en el cual solo primaría su misión de arbitrio en la valoración de problemas o conflictos. Sin embargo, este término no se reduce solo a una función técnica de resolución de problemas, sino que conlleva, inherentemente, a la búsqueda del común de los fines o bienes a los que aspira una sociedad, como son la paz, la justicia, el bienestar social y económico. Paraguay ha tenido ejemplos de mandatarios que han dado un mal uso o de abuso del carácter o de no saber cómo lidiar en asuntos y momentos que podrían ser críticos o de cierta tensión.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, se construye desde escenarios que ponen a prueba a los políticos de manera casi permanente. Para llegar a buen puerto, se precisa de una embarcación con dos remos: el dato y a la vez el relato. El que crea que el primero mata al segundo, quedará en el medio del río sin poder avanzar.