Lo hizo el presidente Wasmosy en su gobierno, ante la pretensión del embajador de EE. UU. de inmiscuirse en cuestiones internas. “Aquí mando yo”, le dijo el presidente de la República.

En menos de dos semanas, la Cancillería Nacional del gobierno de Peña convocó a dos embajadores acreditados en nuestro país para consultas. El primero en ser llamado fue el embajador argentino Óscar Domingo Peppo, luego de haber brindado polémicas declaraciones en una entrevista con Radio Dos de Argentina, debido al conflicto generado con su país por la hidrovía, cuando había señalado que el Gobierno paraguayo “se estaba pasando de la raya”, por las decisiones que había anunciado el presidente Santiago Peña respecto a la contratación del 100 % de la energía que le corresponde a nuestro país en Yacyretá y que se iba a dejar de ceder a la Argentina por la falta de pagos.

Debido a las afirmaciones del diplomático del vecino país, el canciller Rubén Ramírez Lezcano convocó el jueves de la semana pasada al embajador argentino, bajo el argumento de que responsabilizó a Paraguay de las diferencias en la hidrovía.

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Luego le tocó el turno nada menos que al embajador de los Estados Unidos, Marc Ostfield, quien tuvo que acudir el pasado miércoles al Ministerio de Relaciones Exteriores tras la publicación en la prensa local de un supuesto documento filtrado que contenía un plan de acción anticorrupción donde apuntaban contra Horacio Cartes y su influencia sobre el presidente Santiago Peña.

En el lenguaje diplomático, la llamada a consultas es una forma enérgica de protesta en la que se hace saber al representante diplomático de otro país acreditado en el propio sobre un reclamo puntual; es decir, es una forma de expresar la molestia o preocupación del Estado convocante sobre un tema en particular.

Sin lugar a dudas, esta fue una señal clara y un mensaje contundente a los demás países sobre cuál es la línea del Gobierno que preside Santiago Peña y también para los agoreros de la política, así como la mayoría de la prensa que le sigue el juego a la oposición, la que por lo visto todavía no cae en la cuenta o se niega escuchar la contundente voz del soberano, que se expresó de forma contundente en las urnas.

Tiene razón Peña al considerar esto como “una agresión personal” y sobre todo una falta de respeto a la figura de un presidente de la República, electo por la voluntad popular. Fundamentalmente, porque en estos primeros dos meses al frente del Gobierno paraguayo, ha manifestado claramente estar en sintonía con los grandes desafíos a nivel global, como la lucha contra la corrupción, la igualdad y la búsqueda del bien común para el desarrollo de nuestro pueblo.

Como le gusta decir a un colega, “este es el camino”, no hay otro. Lo que precisamente tanto se le había reclamado a Mario Abdo, quien no solo dejó que haya una abierta intromisión internacional, sino que además alimentó las teorías conspiratorias contra los principales referentes de su propio partido, gracias a su nefasta alianza con las figuras del PDP que terminaron por desvirtuar las instituciones en función al objetivo que era destruir al movimiento interno liderado por Horacio Cartes.

Por eso, son más que importantes estas señales claras y contundentes como el reciente anuncio del veto a la iniciativa parlamentaria que “desafecta del dominio privado del Estado paraguayo las tierras del Ministerio de Defensa en Villa Hayes a favor de sus actuales ocupantes”, o la decisión de fortalecer a Petropar, una empresa estratégica que tiene directa incidencia en el rubro combustibles y derivados, así como la visión de convertir a las dos binacionales en ejes para el desarrollo, que nos consoliden como un país confiable para atraer inversiones.

Para ello, también es fundamental que cada una de las personas al frente de las instituciones públicas demuestren fortaleza y acompañen decididamente la gestión del presidente Peña. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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