Nuestra región latinoamericana tiene un peso del 7,3 % en la economía mundial (PIB). Es un indicador que no habla de toda su fuerza en la realidad y su potencial, pero sirve para ubicarnos. La región crecería 1,7 % este año y 1,5 % en 2024. Gatea desde hace mucho tiempo. Brasil pesa 2,3 % y México 1,8 %. En la región como un todo los pesos son del 32 % y 25 % (57 %). Paraguay: 0,07 % y 0,91 %. Un informe de la Cepal no anticipa con seguridad mejor futuro. Estancamiento mundial, riesgos, incertidumbre. Muchos países de la región tienen poco espacio fiscal para ocuparse de la gente. No podemos encerrarnos en la región y el Mercosur sin restarle importancia. Lograr comercio, inversión, financiamiento con el resto del mundo es de vida o muerte para nosotros.

La economía latinoamericana crecería este año solamente 1,7 % después del 3,8 % en 2022. Para el 2024 se proyecta un crecimiento incluso menor: 1,5 %. Para nosotros estiman crecimientos del 4,2 % y del 4 % en los años considerados. El panorama de Argentina es un desastre que debe preocuparnos: su economía cae -3 % este año y -1,6 % el próximo. El escenario para Brasil es medianamente tolerable (crecimientos del 2,5 % y del 1,4 %, respectivamente) y esto debería considerarse en las exigencias y urgencias de Brasil en la renegociación de Itaipú. Todo esto diagnosticado en el reciente informe de La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), de la ONU (Naciones Unidas), con sede en Santiago (Chile).

La Cepal prevé que las economías de la región mantendrán este año y el próximo bajos niveles de crecimiento, afectadas por un panorama económico mundial negativo y regional muy complejo. La dinámica de la economía mundial se mantiene en una senda de bajo crecimiento económico y del comercio global. A pesar de las caídas en la tasa de inflación probablemente los países desarrollados seguirán con sus políticas monetarias contractivas, por lo que no cabe esperar una baja significativa en las tasas de interés externas durante este año, y los costos de financiamiento para nuestros países seguirán altos.

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La deuda pública de los países de la región, si bien ha bajado, permanece en niveles elevados respecto al PIB, lo que, junto al aumento de las tasas de interés externas e internas y a una caída esperada de los ingresos tributarios producto del menor crecimiento, lleva a un limitado espacio fiscal para el conjunto de la región. Además, se anticipa un menor dinamismo en la creación de empleo y crecientes demandas sociales. “El bajo crecimiento de América Latina y el Caribe se puede ver agravado por los efectos negativos de una agudización de los choques climáticos.

Las proyecciones para 2024 indican que se mantendría el bajo dinamismo económico en la región. Se prevé que el contexto internacional continúe siendo poco favorable, con un crecimiento del PIB y el comercio mundial muy por debajo de los promedios históricos. A su vez, en el ámbito interno se mantendrá el reducido espacio de política fiscal, aunque la reducción en la inflación en la región abre más espacio para la política monetaria en los países. En lo fiscal, las autoridades  cuentan con poco margen de maniobra en tanto permanecen altos los niveles de deuda pública. En un contexto de altas demandas por gasto público, se requerirán medidas para fortalecer la sostenibilidad fiscal y ampliar el espacio fiscal mediante el fortalecimiento de la capacidad recaudatoria y redistributiva de la política tributaria, advierte el organismo. América del Sur se verá afectada por la baja en los precios de los productos básicos y por las restricciones al espacio que la política doméstica tiene para apuntalar la actividad.

La alta inflación ha impactado los ingresos reales y está teniendo efectos sobre el consumo privado y la inversión en los países. La proyección de crecimiento de 2023 para la región está sujeta a riesgos a la baja ante la posibilidad de que resurjan y se acentúen las turbulencias del sistema bancario global –o del sistema financiero en su conjunto– lo que resultaría en un endurecimiento más persistente de las condiciones financieras mundiales, con los consecuentes impactos sobre el acceso y costo de financiamiento. Junto a los riesgos financieros, persiste la incertidumbre respecto de los efectos –sobre el mundo y sobre la región– que pudiera conllevar la prolongación de la guerra en Ucrania y el aumento en la fragmentación geoeconómica sobre el crecimiento económico, los precios de las materias primas y el comercio mundial.

Finalmente la opinión de un analista del FMI: “El marco general de políticas macroeconómicas –que incluye metas de inflación, autonomía de parte de los bancos centrales, flexibilidad cambiaria, reglas fiscales que buscan garantizar la sostenibilidad fiscal, pero con márgenes para desvíos en casos excepcionales, e integración financiera internacional– se ha expandido. Países como Uruguay, la República Dominicana, Paraguay y Costa Rica han adoptado este marco y logrado muy buenos resultados. Eso no debería sorprendernos; así es como se conduce la macroeconomía en países pequeños, abiertos, avanzados y prósperos, como Nueva Zelanda, Australia, Suecia o Canadá. Esta forma de estructurar la política macroeconómica es también potencialmente más amigable con el resto del mundo que las alternativas”. Estamos para más. Pero encerrarnos en la región es un desperdicio de oportunidades. La verdad, si es verdad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden.  Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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