- POR EL DR. MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ
- Dr. Mime
Siempre me gusta comparar al inicio de un nuevo grupo de enseñanza con un bloque de piedra sin trabajar, del cual debo intentar sacar la mejor obra escultórica que pudiese. Dentro de ese bloque sin formas está escondida la imagen de un Moisés o un David, y depende de mí y nadie más el poder sacar de esa piedra la obra oculta con mucho trabajo y dedicación. Eso es, en síntesis poética, el enseñar a cualquier alumno en cualquier nivel de la docencia. Y para eso es imperioso dar buenas clases, buenas sesiones de orientación, donde paso de ser transmisor de conocimientos a gestor de los mismos, determinando qué es pertinente, correcto y necesario para que el alumno pueda desarrollar capacidades. Una verdadera reformulación de la labor del docente.
Cuando un estudiante recibe una buena clase y realmente aprende, ocurren diversos procesos en su cerebro que contribuyen a la percepción de estímulos, la incorporación de conocimientos a la memoria, la activación de la neuroplasticidad y la consolidación de lo aprendido durante el sueño. El cerebro del estudiante se encuentra constantemente procesando información de su entorno. Durante una clase, los estímulos sensoriales, como las palabras del profesor, las imágenes visuales o los sonidos, son procesados por diferentes regiones del cerebro. Las áreas sensoriales, como la corteza visual y auditiva, se activan para procesar esta información y enviarla a otras áreas involucradas en el aprendizaje y la memoria. Cuando el estudiante recibe información nueva, su cerebro trabaja para procesarla y almacenarla en la memoria a largo plazo. Las regiones clave en este proceso son el hipocampo y la corteza cerebral. El hipocampo ayuda a consolidar los recuerdos a corto plazo en memoria a largo plazo, mientras que la corteza cerebral almacena y organiza la información de manera más permanente. La atención y la concentración también juegan un papel importante en este proceso, ya que ayudan al estudiante a enfocarse en la información relevante y descartar distracciones.
Es importante también hablar del verdadero cambio en el cerebro cuando se enseña: la neuroplasticidad, que se refiere a la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a través de la formación y fortalecimiento de las conexiones neuronales. Durante una buena clase, el cerebro del estudiante se activa en diferentes áreas relacionadas con el aprendizaje, como la corteza prefrontal, el lóbulo parietal y el lóbulo temporal. Estas regiones trabajan en conjunto para procesar la información y fortalecer las conexiones neuronales relevantes. Cuanto más se practica y se repasa la información aprendida, más fuertes se vuelven estas conexiones, lo que facilita la retención a largo plazo del conocimiento adquirido. En ese tren de cosas, diversas regiones del cerebro se activan durante una clase donde se aprende de manera efectiva: la corteza prefrontal, involucrada en la planificación, el razonamiento y la toma de decisiones, se activa para procesar la información nueva y establecer conexiones con los conocimientos previos; el lóbulo parietal, encargado de la percepción espacial y la atención, está implicado en el procesamiento de información visual y auditiva durante la clase. Además, el lóbulo temporal, asociado con la memoria y el reconocimiento de patrones, ayuda a almacenar los conceptos aprendidos en la memoria a largo plazo.
Pero el aprendizaje de una buena clase no termina aquí. Después de una buena clase, un buen sueño desempeña un papel importante en la consolidación de lo aprendido. Durante el sueño, el cerebro refuerza y organiza la información adquirida durante el día. Se han identificado patrones de actividad cerebral durante el sueño que están relacionados con la consolidación y el fortalecimiento de las conexiones neuronales importantes para el aprendizaje. Dormir lo suficiente y tener un sueño de calidad ayuda a potenciar la retención de lo aprendido y mejora el rendimiento académico.
En resumen, cuando un estudiante recibe una buena clase y realmente aprende, su cerebro percibe los estímulos sensoriales, incorpora los conocimientos a la memoria a largo plazo, activa la neuroplasticidad en áreas cerebrales relacionadas con el aprendizaje, utiliza distintas zonas del cerebro para procesar la información y beneficia la consolidación del aprendizaje a través de un buen sueño. Estos procesos trabajan en conjunto para promover un aprendizaje efectivo y duradero. ¿Entienden por qué la docencia es algo DE LA CABEZA? Nos leemos en una semana.