- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Las ideas existen a través de los actos que le dan brillo. Es el tiempo de los ejemplos que exponen los hechos originados por las intenciones que los movilizan. “Las decisiones de la voluntad que se refieren al futuro son meras reflexiones de la razón sobre lo que algún día se querrá, no verdaderos actos de la voluntad: solo la ejecución sella la decisión que hasta entonces era meramente un propósito mudable y que existía solo en la razón, in abstracto”, escribió Arthur Schopenhauer (1788-1860), filósofo alemán.
Es vital el pensar, de su nido surgen quienes vuelan. Es determinante darse tiempo para ello. Las ideas son alimentos indispensables para vivir. Detectar la relevancia de sus impactos es una tarea de todos los días. Al percatarse una idea, la misma tiene chances de ingresar en la nómina de potenciales realizaciones, si bien el proceso de concreción estará supeditado a múltiples factores, que conforme a lo pensado habrá que adicionar y tener en cuenta para avanzar en el posible desarrollo de lo ideado. Para el pensador Schopenhauer el vínculo era indudable: “Únicamente en la reflexión se diferencian querer y hacer: en la realidad son una sola cosa. Todo acto verdadero, auténtico, inmediato de la voluntad es, al mismo tiempo y sin mediación alguna, también un acto fenoménico del cuerpo”.
Hay que considerar darle tiempo a las ideas, para eso es necesario disponerse a prestar atención en qué momentos surgen, qué finalidades pretenden, a quiénes comprenden en el caso que así sea, por qué son recurrentes si fueran de tal forma, qué espacios detallan si se pueden individualizar, es por lo tanto una puesta de aprendizaje atractiva y sorprendente. Es indudable que atrae animarse a conocerse periódicamente, es un gozo al que se accede para crecer. Además enseña a darse cuenta de lo que circula por la mente del pensante, allí se manifiesta la diversidad en su máxima expresión.
Las ideas también se construyen. Un pensamiento puede ser el disparador para darle forma a lo que se quiere realizar. Por ejemplo, ante la fuerza generada por la idea convincente que pregona que “uno es capaz de lograr un fin específico”, es probable que nazcan ideas que animen a darle forma, como “ahora es el momento de hablar con una persona” u " hoy iré a tal lugar para concretar una cuestión especial”; en fin, cuando se enciende la luminaria del querer hacer se abren los caminos mentales que habilitan el ingreso a los desafíos.
Los acontecimientos sociales están impregnados de las ideas de quienes los hacen realidad. Así es. Sucede lo que se concibe en algún momento. Entonces, la representación de la realidad tiene millones de ideas que la hacen visible. En el escenario global cada idea puede ser única, valiosa, admirable, asombrosa, fascinante, impresionante y deslumbrante. Para que así lo sea es fundamental que esté destinada a darle valor a la vida de los demás.
Hay que considerar darle tiempo a las ideas, para eso es necesario disponerse a prestar atención en qué momentos surgen, qué finalidades pretenden, a quiénes comprenden en el caso que así sea, por qué son recurrentes si fueran de tal forma, qué espacios detallan si se pueden individualizar, es por lo tanto una puesta de aprendizaje atractiva y sorprendente.