DESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Las calles son libros abiertos. Cada una de ellas es un capítulo. Las historias se repiten, se cruzan y se vuelven a encontrar. Pero todas, más allá de lo que pudiera ser fantasía, nos dejan siempre una lección.

Pedrito deambula por la calle. Dejó su infancia jugando a sobrevivir. Tiene en sus manos un repasador con el que molesta a los automovilistas. Una sonrisa retorcida que deja entrever una mueca de rencor y desencanto. Sabe a dónde pertenece y se traga la rabia contenida.

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Cambió vergüenza y dignidad por unas monedas. Se gana la vida y juega peligrosamente entre los autos y conoce el tiempo exacto para llegar por sorpresa. A veces insultos. A veces dinero.

Según el último informe de la ONU, unos 5.600 niños y niñas se encuentran trabajando o mendigando en espacios públicos.

Pedrito dejó la escuela. No recuerda cuándo, pero la pobreza y el abandono no le dejaron otra alternativa. No es su culpa, es solo un niño. Y de él hablan las estadísticas.

Algunos números parecen golpearnos en la cara:

Casi un millón de niños y adolescentes están por debajo del nivel de pobreza. Unos 50.000 niños sufrieron algún tipo de violencia en los últimos años. Invertimos poco más del 3 por ciento en niñez. Debería ser el doble.

Cada año tendrían que terminar la educación media 140.000 adolescentes. Solo terminan 70.000.

El 66 por ciento de adolescentes y jóvenes no asiste a ninguna institución de enseñanza formal, la tasa de escolarización secundaria es menos del 60 por ciento, una de las más bajas de la región. Es el reflejo de una realidad que se multiplica en las calles de Asunción y de aquí a los semáforos de todo el país.

Desde que nació, jugó a sobrevivir. En Paraguay, de cada 1.000 niños y niñas que nacen, 19 mueren antes de alcanzar los 5 años, 16 antes de cumplir el primer año y 11 antes del primer mes de vida. Pero para Pedrito las estadísticas no importan. Debe comer. Esa es su prioridad. No sabe que tiene derechos.

Constitución Nacional.

Art. 54.°. De la protección al niño:

- La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de garantizar al niño su desarrollo armónico e integral, así como el ejercicio pleno de sus derechos, protegiéndolo contra el abandono, la desnutrición, la violencia, el abuso, el tráfico y la explotación. Cualquier persona puede exigir a la autoridad competente el cumplimiento de tales garantías y la sanción de los infractores.

Miro a Pedrito con pena y él me devuelve una mirada intimidatoria. Dos de cada diez adolescentes no trabajan ni estudian. Casi un millón de niños están atrapados en este círculo de pobreza. Y allí quedarán retenidos mientras no haya políticas serias que reviertan esta situación.

Mientras esto no suceda, una generación de chicos sin futuro crece silenciosa, escondida a la vista de todos, recordándonos las brutales diferencias que ahondan nuestros rencores. Pero esa... esa es otra historia.

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