Santiago Peña ya tiene conformado prácticamente todo su gabinete. El futuro asesor jurídico y exprocurador Ilo Moreno recordaba al premio Nobel de literatura Theodor Mommsen, quien al recibir la distinción pidió evitar los aplausos porque los tiempos vividos eran difíciles o graves. No hay tiempo para elogiar ni aplaudir a nadie. El camino que tienen por recorrer es enorme y se avizoran negros nubarrones.
El presidente electo dio señales de que no le temblará el pulso a la hora de encauzar rumbos, ejemplo, lo sucedido con el doctor Felipe González; y, tampoco dejarse embarullar por ese sector de la prensa que durante cinco años actuó de vocera del abdismo y sólo quiso destruir al sector interno político de la ANR de donde provino Peña.
Ese mismo sector de la prensa demostró que buscará dinamitar el gobierno de Peña, única y exclusivamente por su odio al cartismo, sin importarles los descarados saqueos y robos cometidos en la era Abdo Benítez, de la mano de una oposición decadente, torpe y sin norte.
Hoy es la convención del PLRA, en la que buscarán destituir a su presidente Efraín Alegre, quien lleva en su haber tres derrotas electorales consecutivas, la del 30 de abril la peor en la historia democrática de ese partido político.
Alegre envuelto en escándalos de robos en la administración de su partido y su intransigencia para cerrar acuerdos internos y su discurso de odio perimido, aburrido y cansino, lo llevarán al ostracismo, y de paso en la cornisa de la muerte al PLRA.
Mientras ese sector de la prensa que aún no digiere la derrota del candidato que apoyaron en las elecciones, ingenuamente compra el globo sonda del supuesto plan del juicio político al fiscal general del Estado. Escandalizados por las declaraciones del diputado Yamil Esgaib (ANR), cuando hace meses aplaudían los aprietes a Sandra Quiñónez. “O renunciá o te sacamos”, le decía la hoy senadora Kattya González (PEN) en julio del año pasado a la entonces fiscal general, pero eso no fue chantaje, ni amenaza, ni dictadura ni nada de lo que hoy acusan. Claro, querían sacar a Quiñónez para también controlar esa institución y utilizarla como garrote político, tal como lo hicieron con otras.
La oposición tilinga, con algunas excepciones, solo pretende el fracaso de Peña. El futuro de los paraguayos les importa un comino. Buscan los flashes de la prensa amiga y el circo que siempre hicieron, lejos están de contribuir a mejorar las condiciones de vida de la gente. Afortunadamente, el equipo del futuro gobierno de Peña marca su hoja de ruta con proyectos legislativos que apuntan al reordenamiento del Estado y arrancará el 15 de agosto con un ministerio de Economía, con las fusiones de instituciones (Aduanas-SET) para mejorar las recaudaciones y planes de donde obtener recursos para aplicar las medidas urgentes que beneficiarán a la gente.
En el fondo, quizás sea conveniente para el presidente Peña contar con una oposición atolondrada y una prensa que siga distraída con Horacio Cartes. Peña cumple su plan y estos solo cacarean, lo único peligroso es que no exista un control real, profundo, crítico y analítico sobre las reformas anunciadas y definidas. Todo gobierno necesita una oposición seria y crítica, así como una prensa contralora del poder de turno. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.