Foto: Salomón Zalazar
En esta entrega de Mito o Realidad, el especialista en derecho procesal penal, historia del Paraguay y didáctica universitaria Rubén Antonio Pasmor analiza la persistencia de la recordación del nacimiento del extinto dictador Alfredo Stroessner como “fecha feliz” por ciertos sectores de la sociedad paraguaya.
Aunque cada vez menos, cada medianoche del 3 de noviembre irrumpe el estruendo de los petardos de los nostálgicos de la dictadura de Alfredo Stroessner. Pese a que han transcurrido más de 30 años de su derrocamiento, esta fecha aún permanece en la memoria colectiva de ciertos sectores de la sociedad paraguaya como evocación celebratoria a una época en la que –aseguran– “eran felices y no lo sabían”, y en la que “se dormía con las ventanas abiertas”.
Esto a pesar de las abundantes denuncias sobre violaciones de los derechos humanos y el exilio que sufrieron miles de paraguayos, entre ellos los más notables, lo que hizo que el pueblo se viera privado de sus mejores referentes, y sufriera un dramático retraso cultural y cívico.
La añoranza al régimen que gobernó el Paraguay desde 1954 a 1989 incluso muchas veces no se basa en el recuerdo de una vivencia real, como es el caso de generaciones de jóvenes e incluso adultos (pues la dictadura cayó hace 35 años) que reivindican la figura de Stroessner aunque no hayan vivido durante ese pretendido periodo de “prosperidad”.
Si bien mayoritariamente urbana o, más precisamente, periurbana, la sociedad paraguaya presenta aún características fuertemente rurales, por lo que resultaría extrapolable el análisis del historiador francés Marc Bloch, quien en su obra “Memoria colectiva. Tradición y costumbre” sostiene que “en las sociedades rurales sucede con frecuencia que, durante el día, mientras el padre y la madre están ocupados en las labores del campo o con las mil tareas del hogar, los niños se quedan al cuidado de los ‘viejos’, y estos son los que les transmiten el legado de cosZalazartumbres y tradiciones de todo tipo, tanto e incluso más que sus padres”.
La dictadura es definida como “una forma de gobierno en la que el poder se concentra en las manos de un solo individuo, controlando todos los aspectos de la vida del Estado”. Este es un sistema que se institucionaliza en Roma como un recurso reservado a las situaciones de extremo peligro o necesidad carencial. De allí el sentido de la “dictadura comisoria”, como la que se le otorgó a Bolívar, para un propósito –o cometido– determinado y único, y por un breve plazo. En cambio, las dictaduras se ocultan detrás de usuales pantallas: constituciones inútiles, congresos o asambleas aparentes, elecciones fraudulentas o ficticias.
Por otra parte, se habla de república (del latín: “res”, cosa, y publica, “del pueblo”) a partir de la república romana que sucedió al derrocamiento de la monarquía. El sistema republicano romano duró más de cuatrocientos años. Luego, permanece en el limbo histórico hasta el siglo XVIII, cuando resurge, modernamente, con la Revolución francesa. Se caracteriza por la elección regular y universal, por la separación de poderes y por el establecimiento de la democracia y el régimen de libertades públicas.
De estos conceptos resulta que el término dictadura se institucionaliza en Roma y es reservado para situaciones de extremo peligro o necesidad carencial. El gobierno de Stroessner en todo momento intentó mantener una fachada democrática, pues periódicamente se realizaron elecciones, aunque de dudosa transparencia; se otorgó el derecho a voto a las mujeres, se promulgó una nueva Constitución suplantando a la de 1940, todos ellos actos que apuntaban a transmitir la imagen de un gobierno republicano.
El abogado y escritor Helio Vera apunta que “Alfredo Stroessner construyó un sistema político totalmente unipersonal, es decir, una tiranía, a fin de satisfacer sus ambiciones personales de poder, prestigio y dinero que lo motivaron desde siempre y que, gracias a diversas circunstancias históricas y a su ladina perspicacia, lo llevaron al poder político del Estado paraguayo en 1954″.
Así, podemos advertir que el gobierno de Stroessner no fue ni una dictadura ni una república, sino un gobierno donde todo el poder se centraba en su figura y todas las instituciones estaban bajo su mando. A pesar de la división aparente de poderes, el poder era ejercido solo por él.
Más técnicamente, el sociólogo Marcial Riquelme sostiene apelando a una categoría weberiana que “si el régimen de Stroessner no era ni totalitario ni burocrático-autoritario, tampoco era simplemente una dictadura tradicional encabezada por un caudillo militar. Su dominación estaba basada en un sistema calculado de recompensas y castigos, que no dejaba nada a la improvisación o la suerte. El orden legal que apuntalaba al régimen podría ser ajustado tanto como sea necesario, en orden a ajustarlo a los deseos discrecionales del jefe de Estado”. Todo esto se hacía disponiendo de los recursos públicos como si fueran propios del mandamás de turno.
En esta misma dirección, Andrew Nickson, catedrático de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Birmingham, en un artículo titulado “El régimen de Stroessner (1954-1989)” acota que “el derrocamiento violento del régimen en 1989 es consistente con la caracterización de Riquelme de ‘neosultanismo’, un tipo de régimen en el que los mecanismos institucionales para la transferencia pacífica del poder se hallan ausentes”.
Si bien no era un líder carismático, el gobierno de Stroessner se caracterizó por un fuerte culto a su personalidad. En las canciones y discursos era presentado como un “soldado guaraní”, aunque no hablaba la lengua nativa; valiente en la guerra, aunque en el Chaco no tuvo una actuación destacada; o el elogio a las rutas que surcaban el país, aunque en realidad en 35 años solo encaró dos, inconclusa una de ellas, la Transchaco.
Esta narrativa hace alusión a una era de “paz y progreso” encarnada en la figura del heredero del mariscal Francisco Solano López y se insiste en que su paternal figura cobija a todos los hijos del “nuevo Paraguay”, que incluía solo a los que adherían a él, pues el resto eran los réprobos, al decir del periodista Antonio Pecci.
Por último, es preciso admitir que existe un evidente y creciente malestar hacia la democracia, por lo que ciertos segmentos de la sociedad paraguaya prefieren volver a formas autoritarias de gobierno, aunque ello implique la pérdida de libertades públicas y la violación de los derechos humanos a cambio de un ilusorio mayor estado de bienestar y dormir con las “ventanas abiertas”.