DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

Vamos terminando esta semana con una sobrecarga de estrés. Generalmente a todos nos sucede. El tiempo parece acelerarse y detenerse cuando vamos llegando al fin de semana. El tiempo frío, caluroso, los baches, el tráfico, el colectivo, todo parece atentar contra nuestra supervivencia, o al menos, siendo menos exagerados, contra nuestra paciencia.

La cosa no termina en las cuentas o el tráfico, el frío o el calor. Si debemos recurrir a una institución pública la cosa se complica hasta el hartazgo.

Pareciera ser que la primera condición para la contratación de gente en la función pública es el “maltrato profesional” en la mayoría de los casos, personas autosugestionadas a hacernos pasar un mal rato. Porque sí nomás. No hay explicación alguna. Sucede aquí y allá.

Me cuenta un amigo que en una institución que atiende a pacientes especiales, los funcionarios no están preparados para atender a personas con discapacidad.

Es fundamental que el trato sea, cuando menos, afable. Las personas vulnerables muchas veces no entienden o sufren cuando además de no poder expresarse con claridad los funcionarios que las atienden no las entienden, y eso lleva irremediablemente al maltrato y la frustración. Muchas veces quedan esperando horas por atención. Es inhumano. Desagradable. Cruel.

Muchas veces, este caso es solo un ejemplo, debemos protestar con fuerza. No hay que tener vergüenza porque el salario de esas personas lo pagamos todos. Sí, lo pagás vos, lo pago yo, lo paga el paciente del hospital público y el que pide permiso en su trabajo para ir a pagar la luz o el agua.

Nadie, por más grande que sea su cargo, tiene el derecho de tratarte mal. Quienes trabajan en la función pública nos deben respeto, atención digna y eficiente porque tienen el deber, es su obligación y quienes no lo hagan están violando los preceptos fundamentales de los DD. HH.

Hoy arrancate la mordaza. Gritá si tenés que hacerlo, que otros te escuchen para que reaccionen y esos funcionarios sean sancionados con todo el peso de la ley.

Todos lo merecemos. Yo lo pienso así. Pero claro... esa es otra historia.

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