- Por Pepa Kostianovsky
A medida que transcurren las semanas y se acerca la fecha, el 15 de agosto, crecen las expectativas, para algunos quizás las decepciones o la indiferencia, para otros las ilusiones (y hasta la utopías) y para todos la curiosidad.
¿Qué será lo que se propone lograr Santiago Peña? ¿Y qué será lo que podrá lograr?
Después de un periodo de un gobierno colorado de pésima gestión, e incluso empapado de rémoras y mañas del viejo estilo, que ya se iban dejando de lado, de a poco pero de lado, y salieron nuevamente a relucir por el genético estronismo de sus referentes más encumbrados. Nos asiste el legítimo derecho, de pretender que toda esa inmundicia sea objeto de una buena baldeada con lejías y creolina.
La marcada diferencia de estilos y discurso que trae consigo el presidente electo, nos animan aún más a esperar que su gestión venga a limpiar el terreno. Cambiar lo que haya que cambiar, conservar lo que haya que conservar, modernizar , y esencialmente darle eficiencia a un Estado que hoy esta groseramente obeso, fofo, haragán y pesado. Y encima, no sirve.
Santiago Peña es hoy presidente electo de la República del Paraguay porque la ciudadanía vio en él la capacidad de ubicarnos en el siglo XXI.
A estas alturas del calendario, ya es hora de salir de la anacrónica vocación por desconocer que el pueblo, con su voto, le entrega a los gobernantes el mandato de administrar la cosa pública con la eficiencia, celo y honestidad, que cualquier empresario espera del ejecutivo, gerente, o capataz al que contrata para hacerse cargo de su empresa.
Santi, como la gente ya se acostumbró a llamarlo y aunque parezca poco formal y algo irrespetuoso, denota una relación de confianza, es joven y de un brillante curriculum académico y laboral. Es un hombre del siglo XXI, y es de esperar que esa identidad y esas capacidades las aplique sin retaceos y sin aceptar cargas fastidiosas.
Si bien, no dejan de tener razón los pesimistas que pregonan que sus pilares de apoyo son columnas viciadas del Partido Colorado, vale responder que ha sido ese partido de pecaminosos antecedentes el que optó por ofrecer ese candidato, con todos sus méritos a los electores.
No dudamos que habrá más de cacique disgustado, que pretenda embarrar la cancha. Y no serán solamente caciques del partido. Aparecerán dinosaurios en los gremios, en los sindicatos, en las diferentes fuerzas cívicas y de las otras. Pero, lo que no podemos olvidar es que la ciudadanía lo ha votado. Es la ciudadanía la que le otorgó el mandato. Y es la ciudadanía la que tendrá que salir a repeler toda intención de rescatar los vicios y malos modos que vayan cayendo en los canastos de desperdicios. Es la ciudadanía la que eligió aggiornarse, la que prefirió un Estado del siglo XXI. Y en tanto y cuanto sea ese el tiempo de Santiago Peña, vamos a ser los más firmes pilares de este espacio.