- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail
Los buenos líderes de un equipo de trabajo cuentan con habilidades que están orientadas a satisfacer las necesidades que se van percibiendo dentro de la organización, y que se constituyen en uno de los principales factores tenidos en cuenta por la alta gerencia al momento de contratarlos.
Cada uno de nosotros tenemos un estilo de socializar y trabajar con otros, los que se han convertido como una especie de “patrón” en nuestra vida profesional. La capacidad de adaptación de estilos no significa precisamente que tengas que convertirte en un camaleón y darles el gusto a todos por igual.
Lo que se pretende es que como cabeza de equipo podamos mostrar la necesaria sensibilidad a las individualidades de los integrantes de nuestros equipos, dadas las naturales diferencias observadas en los mismos.
En lo que a los tipos de personalidad concierne, dentro de un equipo participativo de trabajo encontramos gente con diversos tipos de caracteres. Habrán aquellos que son extrovertidos y que les gusta que se los pueda alabar en público y otros en cambio con un estilo personal distinto que prefieren más bien mantener un perfil bajo.
El buen directivo tiene que tener la suficiente capacidad de manejo, control de su inteligencia emocional y ser lo suficientemente empático y asertivo para poder llevar adelante a su equipo, cumpliendo con los objetivos y metas trazados sin que se puedan producir en ellos situaciones que les resulten molestas en función a su forma de ser, carácter o tipos de personalidad.
Al miembro de tu equipo con un carácter “piola” no creo que haya inconvenientes en que lo puedas alabar en público cuando realiza un buen trabajo. En cambio, a los que son más reservados, será mejor hacerlos en privado, de forma tal que no se sientan molestos y al final por querer hacer un bien podría resultar que el “remedio fue peor que la enfermedad”.
Vivimos en la diversidad de los seres humanos y habrá que tener la ductilidad necesaria como para saber convivir con los mismos, aceptando su forma de ser y hacer que se sientan motivados y reconocidos por su jefe.
Dentro de los equipos de trabajo hay personas que son muy sueltas de carácter y en su forma de ser, preguntándole incluso al jefe muy a menudo si a su criterio cómo lo ve en la función que está realizando. Son las personas que se sienten halagadas y motivadas cuando se lo decís “muy bien” frente a otros, haciendo que su ego personal se fortalezca.
Esto pone de resalto que el jefe no debería ser bueno solo técnicamente, sino que también es importante que sepa manejar el aspecto psicológico y emocional de sus subordinados en función a la forma de ser de cada uno, de manera de poder sacar lo mejor de ellos en favor de la compañía.
Un buen líder de equipo es aquel que no se circunscribe solamente a los aspectos técnicos del trabajo que están realizando sus subordinados, sino que va más allá creando una buena atmósfera con todos ellos de forma que puedan ver y sentir que como jefe muestras que te ocupas y te preocupas porque cada uno pueda sentirse cómodo y motivado, que se los escuche en forma activa cuando tienen algún problema o inquietud y que desean exponerte a ti como jefe o líder del equipo que eres.
No es fácil, por supuesto. Pero vale la pena probarlo y llevarlo adelante, para que tu equipo de trabajo pueda aportar a la organización un valor agregado cuali-cuantitativo que sea tangible en función a los planes estratégicos establecidos al principio de cada año y que deberán ser revisados/ajustados periódicamente en función a las necesidades, características del mercado, tendencias y deseos de los consumidores que a la postre son los que hacen que la gestión económica de nuestras empresas puedan ser rentables y sustentables en el tiempo.
Vivimos en la diversidad de los seres humanos y habrá que tener la ductilidad necesaria como para saber convivir con los mismos, aceptando su forma de ser y hacer que se sientan motivados y reconocidos por su jefe