- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Con ideas se construye la vida. Su primer hábitat reside en la majestuosa dimensión humana, dándole protagonismo al desarrollo mental e impulsando el uso de la conciencia. Vive en uno la expresión de lo universal y es ese colosal territorio el que deposita su poderío en la generación de pensamientos. Sergi Aguilar, en el libro “Locke, la mente es una tabula rasa”, escribe: “Para Locke una idea es cualquier contenido de la mente, lo que se registra en la conciencia: todo cuanto sea el objeto del entendimiento cuando un hombre piensa”.
En la citada obra el autor aglutina de forma ejemplar la integridad de las fuentes que incitan la creación de ideas, tales como los conceptos abstractos, el razonamiento, los datos de la conciencia y los contenidos mentales de la percepción. Para Locke, una idea es lo que uno forma en su mente, expresa Aguilar. Incluso hace una semejanza con la imagen mental.
John Locke (1632–1704), filósofo y médico inglés, pregonaba la admiración por lo que nos rodea. Esa disposición ante el entorno habilita el esplendor de las sensaciones e invita a plantear y reflexionar criterios. El origen de las ideas yace en estas vertientes que fluyen en la humanidad. Este pensador se detenía en la capacidad de observar y en la sensibilidad que de forma innata emana en cada persona, destacándolo en lo que consideraba como “operaciones internas de nuestra mente”.
Son las ideas las que incitan a la acción. En esa interconexión la existencia se anima a fluir, a crecer. Aguilar, al estudiar la influencia de Locke, indica que éste “añade un análogo sentido interno, el de la reflexión, a través de la cual percibimos las ideas correspondientes a los estados de ánimo y las operaciones mentales, tales como el querer, el placer, el dolor… La reflexión, aunque no es un sentido, ya que no tiene ninguna relación con objetos externos, es muy parecida a él, y se le puede llamar con propiedad el sentido interno. En todo caso, la reflexión es una conciencia de segundo orden, que presupone la percepción sensorial como primera actividad. La sensación es lo primero porque el ser humano está orientado principalmente hacia fuera”.
Desde la subjetividad hacia la intersubjetividad, desde uno hacia el otro, construyendo nexos que fomenten la convivencia social y establezcan la amplitud de ideas; provocando la participación de los demás y por sobre todo, la valoración de sus aportaciones. En esa cumbre de diálogos surgen las razones que le dan sentido a los esfuerzos particulares y comunitarios, que testimonian el respeto ante la diversidad de perspectivas.
La reflexión es una conciencia de segundo orden, que presupone la percepción sensorial como primera actividad. La sensación es lo primero porque el ser humano está orientado principalmente hacia fuera”.