“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Cocinar la economía, la tarta económica, hacer la producción económica de un año para cualquier país es difícil, complicado, mucho más la de un país pobre por la escasez de recursos, lo pobre de la organización y la mentalidad del atraso (no enteramente culpa de ellos). Y se cocina la economía en un país para que la gente viva, en sus diversos aspectos. Esa tarta o torta económica se distribuye mucho más indirectamente que directamente entre la gente o la población. Porque aparece la figura clave del mercado, que en contenido y forma es libre. Y en el mercado está la gente. La que más puede come la mayor parte de la torta económica producida en el año. La de menor poder de compra recibe una parte menor. El Estado interviene a través de varios medios para que la distribución de bienes (mercaderías) y servicios (luz) no la haga en su totalidad el mercado, que es libre y no tan libre, en competencia y no tan en competencia, por la realidad de concentraciones de poder que limitan la libertad de favorecer más a la gente.

En un país cualquiera el punto inicial para todo es que la economía crezca. Que la producción de un año supere a la anterior. Cuánto más alta la superioridad, el aumento, el agrandamiento, tenemos un mejor crecimiento (más producción de bienes y servicios) para la gente, en el mercado libre y de la mano del Estado. En el tamaño de la mano del Estado está el problema de muchos países. Se busca igualdad, protección, asistencia, achicar las diferencias entre las clases ricas y pobres, que el bienestar llegue a la mayoría, pero en aras de tan nobles objetivos de política económica y social (el manubrio del Estado en una economía de mercado, libre e imperfecta a la vez, blanca y gris) se cometen excesos, irregularidades, errores garrafales, equivocaciones de organización, fijación de precios y distribución, que no pocas veces el resultado actual y final terminan empeorando la situación económica y social como un todo, donde el juego de poder político, partidario, electoral entra en la cancha para ensuciarla aún más. Argentina no tiene una inflación del 125 % y un encarecimiento del dólar del 267 % porque “erró una tecla por accidente”. O Venezuela vio achicarse su economía en más del 50 % desde el 2014 y en el 2018 la inflación fuese mayor al un millón y medio (1.698.488) con un promedio de casi el 95.5 %, con una caída del 50 % en la producción. Lo que el 1 de enero de 2018 costaba 1 bolívar, terminó costando a final de año 17.000 bolívares. Por el peso de la mano del estado en la economía toda, y privada que es el 85 %, y en el populismo (el agradar a muchos con dinero de otros, sin importar el costo).

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No crecer es lo peor, crecer ya es un avance. Cuesta mucho medir la “economía” de un país. Y darle un valor a la cantidad de cosas producidas en diversos sectores. Los economistas del mundo usan un indicador que engloba=suma el total de la producción de un año en un país, asignándole un valor monetario. Se llama el producto interno bruto (PIB), la variación positiva de uno con respecto al anterior, nos proporciona el crecimiento económico. Pero el PIB es cantidad a un valor determino. No dice cómo se reparte la “torta” y a lo sumo los sectores que más aportaron al crecimiento, que sirve para muchos análisis importantes, pero tampoco maneja la distribución del ingreso o de la riqueza. O la creación de empleo o la disminución de la informalidad o la legalidad. Y realmente no tiene la capacidad real de “abarcar” toda la economía de un país. De ahí que muchos digan que el PIB es importante, pero insuficiente. No le pidamos peras al olmo. Pero es el punto inicial más importante en la ciencia económica: crecemos o no crecemos, se agranda o no se agranda la economía, es veloz o lento el crecimiento.

En el gobierno de Mario Abdo Benítez (2018-2023), cinco años incluyendo este, la torta económica se agrandó de manera global 7,5 %. Tuvimos tres años malos (2019: -0,4 %), (2020: -0,8 %, con pandemia); y (2022: 0,1 %). Lo que se compensó con dos años de real crecimiento (2021: 4 %) y (2023: 4,5 %). Total: 7,5 %. Agregando 3.472 millones de dólares constantes al final. Y, un punto y aparte, esta es una verdad indiscutible, los años de crecimiento del gobierno actual se debieron fundamentalmente y extraordinariamente al “Sector Privado”, a sus capitales, a sus riesgos, a sus esfuerzos, en especial a los productores del “Campo”. Y esto es importante porque el paraguayo que no respeta su ignorancia, cree que la figura o el actor principal en nuestra economía es el Estado. Claro, la historia nuestra es “vivir de la teta del Estado”. Pero es el sector privado el motor real de la economía. Así que si se piensa en crecer más del 7 %, poner más dinero en el bolsillo de la gente y crear 500.000 empleos más, la única salida es el sector privado. Mímenlo. Algunos creen que existe otra ideal salida: La Argentina. Así como el PIB es un promedio del crecimiento en un año (a unos sectores les fue mal, a otros bien), se recomienda y es útil, dividir el PIB Global por la cantidad de población, que no es sino otro promedio general, pero sirve como indicador de cuánto del crecimiento le llegó a la gente “individualmente numérica”. En cinco años de gobierno de Mario Abdo Benítez el PIB Global por habitante, llamado también del PIB per cápita (por cabeza) o por gente, creció globalmente 0,3 %. Reitero en cinco años. Lo que significa un ritmo promedio de crecimiento anual del 0,1% (equivalente a 22 dólares constantes, en cinco años, por habitante, desde el punto de vista promedio). Es que la población en este periodo creció al ritmo promedio del 1,4 % o un total de 7,1 % (501.823 habitantes más).

Si hacemos una comparación con el anterior gobierno de Horacio Cartes, al solo efecto de valorar bien lo que significa crecer poco globalmente y por habitante tenemos que en el periodo 2014-2018 la economía creció 22,3 % agregando 8.480 millones de dólares constantes, a un ritmo promedio anual del 4,1 %. Ello implica un PIB por habitante aumentando 14 % o agregando 796 millones de dólares constantes, a un ritmo promedio anual del 2,6 %, y su población creció en promedio 1,5 % o 493.956 más habitantes. Me pidieron desde el exterior una muy breve definición del gobierno actual: “Nos manejamos por piloto automático. Pudo irnos mucho peor. No hubo presidente, autoridad, conducción y liderazgo. Y esas opiniones de exvíctimas del estronismo (y también izquierdistas de escritorio) que lo apoyaron que “fue un presidente de fallada democrática” porque no buscó la reelección, ¿quién en su sano juicio lo haría dada su impopularidad y total divorcio con la gente? La verdad, si es verdad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

Argentina no tiene una inflación del 125 % y un encarecimiento del dólar del 267 % porque “erró una tecla por accidente”. O Venezuela vio achicarse su economía en más del 50 % desde el 2014 y en el 2018 la inflación fuese mayor al un millón y medio (1.698.488) con un promedio de casi el 95.500 %, con una caída del 50 % en la producción. Lo que el 1 de enero de 2018 costaba 1 bolívar, terminó costando a final de año 17.000 bolívares. En el peso de la mano del estado en la economía toda, y privada que es el 85 %, y en el populismo (el agradar a muchos con dinero de otros, sin importar el costo).

En el gobierno de Mario Abdo Benítez (2018-2023), cinco años incluyendo este, la torta económica se agrandó de manera global 7,5 %. Tuvimos tres años malos (2019: -0,4 %), (2020: -0,8 %, con pandemia); y (2022: 0,1 %). Lo que se compensó con dos años de real crecimiento (2021: 4 %) y (2023: 4,5 %). Total: 7,5 %.

En cinco años de gobierno de Mario Abdo Benítez el PIB Global por habitante, llamado también del PIB per cápita (por cabeza) o por gente, creció globalmente 0,3 %. Reitero en cinco años. Lo que significa un ritmo promedio de crecimiento anual del 0,1% (equivalente a 22 dólares constantes, en cinco años, por habitante, desde el punto de vista promedio).Es que la población en este periodo creció al ritmo promedio del 1,4 % o un total de 7,1 % (501.823 habitantes más).

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