Jorge Milton Capitanich (58), gobernador de la provincia argentina del Chaco, en la madrugada de ayer supo nuevamente que ningún relato supera –en sus efectos sociales y políticos reales– los resultados de una elección. Sobre un total de 582.687 ciudadanos y ciudadanas que votaron en las elecciones primarias abiertas simultaneas y obligatorias (PASO), el 42,66 % lo hicieron por los candidatos de la principal coalición opositora, Juntos por el Cambio (JxC), mientras que el 36,83 % depositó su confianza en el oficialista Frente Chaqueño que él lidera y en el orden nacional se encuentra subordinado al Frente de Todos (FDT) que comanda la vicepresidenta Cristina Fernández.
Claramente, el gobernador Capitanich, que pocas semanas atrás era uno de los dirigentes del oficialismo más cercano a Cristina F. con posibilidades ciertas de ser nominado por la vicemandataria como candidato a la presidencia en los comicios del venidero 22 de octubre en estas condiciones, ya fue. Ya pasó. Pese a ello, el derrotado presentó su caída como un éxito, aunque se rindió frente al dato de la realidad y acotó el relato para afirmar que consiguió en triunfo indiscutido en “nuestro espacio”, la versión chaqueña del Frente de Todos. Nada dijo de quienes triunfaron. Tampoco viajó desde Buenos Aires, para acompañarlo dirigente alguno del peronismo ni del gobierno nacional. Las derrotas, siempre son en soledad.
Pero más allá de los nombres y del hombre, otro dato emerge de la elección en el Chaco. Pese a que las PASO son una obligación ciudadana cuyo incumplimiento es penado por la ley, apenas el 53 % del total de personas habilitadas para emitir el voto concurrió a las urnas. La abstención es muy alta. Supera el promedio histórico provincial que se ubica entre 66 y 72 %. ¿Las causas? Tema de estudio para politólogos y sociólogos, aunque no debiera extrañar que en los venideros comicios provinciales –el 17 de setiembre– la concurrencia crezca, entre otros motivos, porque lo sucedido el domingo último genera una competencia inesperada y porque, desde el poder provincial se habrá operar activamente para que nadie falta a la cita cívica. ¿Cómo? Los recursos para hacerlo –lo explica la historia– son múltiples. En el Chaco, el 58,6 % de la fuerza laboral trabaja para el Estado y ese, desde siempre, no es un dato menor que, en general, opera a favor de los oficialismos. Ese sesgo que posibilita el triunfo de quienes ejercen el poder técnicamente se suele mencionar como “efecto de la cancha inclinada” en favor de quien administra la caja y puede distribuir beneficios.
Pero más allá de lo sucedido en el Chaco, el agotamiento del proyecto liderado por Cristina F. da muestras de agotamiento tanto hacia la situación interna del FDT como hacia afuera. Para que quede claro, los comportamientos insumisos para con ella del exvicepresidente Daniel Scioli y el presidente Alberto Fernández –posibles de observar cotidianamente– son la señal más clara de la degradación del otrora poder omnímodo de CF. ¡Quién te ha visto y quién te ve!
Dos ciudadanos peronistas con todos sus derechos –incluido hasta poco tiempo atrás el derecho a tener la prudencia más absoluta para no desafiar a Cristina– hoy dejan de lado ese cuidado, se plantan delante de la vicepresidenta y le dicen no. Sorprendente. Aun en el caso de que en un breve tiempo decidan someterse nuevamente y adecuarse a las exigencias de otra situación. La supervivencia no debiera ser vista como un defecto ni tampoco como cobardía sino como un dato de la cotidianidad. Vale señalar y/o advertir –con la misma línea de pensamiento– que esta etapa de heroísmo transitorio –más allá de los relatos de corte épico que incansablemente produce el marketing político– tampoco debería ser valorizada como valentía.
De hecho, el ministro de Economía Sergio Massa, en sentido opuesto a sus comportamientos entre 2013 y hasta cuando promediaba 2019, por entonces de férrea oposición a Cristina F. y La Cámpora –línea interna otrora juvenil que aún lidera el diputado Máximo Kirchner– desde los últimos cuatro años exhibe un alineamiento total con la vicepresidenta y, como Capitanich hasta un puñado de días atrás, pretende ser señalado por el dedo de la lideresa para ser candidato presidencial sin someterse a la PASO nacional del venidero domingo 13 de agosto. No son pocos los informantes reservados que aseguran a este corresponsal que “Massa no quiere la interna porque piensa que corre el riesgo de quedar tercero por la voluntad popular y siente que ese sería el punto final para su vocación de poder político”. Si se mira en el espejo chaqueño de Capitanich esos temores –de ser reales y verificables como lo aseguran los voceros reservados contactados– tienen sentido. Esas fuentes agregan que “Sergio, para convencer a Cristina F. de evitar las PASO sostiene que, si el FDT pierde mal, el lunes 14 podría haber una gran e inevitable corrida cambiaria del dólar contra el peso cuando falten 118 días para que Alberto F. y su segunda al mando finalicen sus mandatos”.
Al parecer, esa monserga no sirve de nada. Cristina F., coincidentes versiones nunca desmentidas así lo aseguran, admite que “habrá PASO” y mañana –Día de la Bandera en este país– quiere anunciar quién será el candidato o candidata para las PASO de cara a la presidencial de su facción. En ese sentido, por una decisión de rebranding en el otrora Frente de Todos (FDT) y antes Frente para la Victoria (FPV), ahora Unión por la Patria (UP) –siempre kirchnerismo– suenan los nombres de Eduardo de Pedro, ministro del Interior, y Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires para ser ungidos por la dama. Después la sociedad deberá decidir sobre ellos. La situación no deja de ser novedosa. Desde 2009, cuando Néstor Kirchner (presidente 2003-2007) era diputado nacional y primer caballero impulsó la ley por la que se crearon las PASO, esta será la primera oportunidad en que en el peronismo kirchnerista el binomio que postulará a la presidencia será elegido con esa metodología. No queda otro camino, Alberto F. y Scioli se plantaron y así lo quieren. “La voz y el dedo de Cristina dejaron de ser suficientes para ordenar la interna y disciplinar a todos y todas”, afirman todas las fuentes a las que se consulta con el compromiso de la reserva sobre sus identidades.
En la Argentina algunas cosas están en proceso de cambio. Algunos discursos políticos históricos parecen haber perdido fuerza. La tradicional configuración de la política en este país, en algunas cuestiones ha cambiado sustancialmente. La amenaza antidemocrática cívico-militar es inexistente. Lo que algunas tendencias analíticas categorizaban como “partido militar”, después de la última dictadura es un pésimo dato histórico con un oscuro pasado criminal. Desde muchos años, la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ) ya no participan de los actos comiciales individualmente con sus tradicionales “lista 3″ y “lista 2″. Van a las urnas en frentes electorales multicolor y, en no pocos casos, sin asociaciones ideológicas. Algo así como el todo vale.
En ese tránsito, una enorme curiosidad crece desde la figura del desconocido Javier Milei, único líder del partido Libertad Avanza que, a la luz de los resultados electorales alcanzados en varias provincias no parece despertar significativas adhesiones en todo el país. “Es una emergencia propia de las grandes concentraciones urbanas”, dicen coincidentes analistas que, pese a ello, no dejan de medirlo en todas las encuestas que se desarrollan para analizar eventuales comportamientos electorales. En ese contexto, hay quienes sostienen que “en algunos distritos crece porque la gente, en los últimos años prefiere votar a personas y no a partidos”. ¿Será así? Otras opiniones, más duras, aunque sin discrepar de lleno con esa afirmación que parcialmente aceptan, agregan que “la gente vota personas pero no a personajes propios de TikTok”. El panorama no es claro, aunque puedan proyectarse o imaginar posibles ganadores y perdedores para las próximas presidenciales.
“La democracia argentina es una democracia corporativa”, sostiene el obispo católico emérito de la diócesis de San Isidro, Jorge Casaretto, entrevistado por el periodista Carlos Pagni para el diario La Nación de este país. El religioso, de enorme peso e influencia política y social en las últimas 5 décadas, explica que “las corporaciones tienen un poder muy fuerte, al cual no están dispuestas a renunciar en un ápice” y, desde esa convicción asegura creer “que es el problema más serio que tiene la Argentina para lograr acuerdos”. Con preocupación agrega que “para lograr acuerdos hay que saber renunciar” y advierte que “ninguna corporación está dispuesta a renunciar a nada”. En ese contexto, ninguna elección será salvífica. Casaretto destaca por sobre todo una desafiante crisis ética. ¿Quo vadis Argentina?