A través de los diversos productos que nos genera el agro, con buenos resultados, tanto en volúmenes cosechados, rendimientos promedios por hectárea y precios en el mercado internacional, nos demuestra que aun siendo el mayor porcentaje de nuestras exportaciones en estado natural, nos permiten el ingreso anual de un importante flujo de divisas, y que podrá incrementarse mucho más si es que los industrializamos y les damos valor agregado.

Tenemos a la soja en grano, maíz, trigo, sésamo, girasol además del incremento cualitativo y cuantitativo observado en la explotación pecuaria, generando importantes ingresos por las ventas externas, reflejados en nuestra balanza comercial.

Nuestro problema primario radica en que seguimos concentrados en la producción y exportación de grano en estado natural, habiendo sido Paraguay galardonado no hace mucho con la mejor calidad de trigo de Latinoamérica, no yéndole en zaga nuestra producción de soja que no tiene nada que envidiar en calidad a otros países que antes nos superaban de lejos, ocupando hoy el 6.º lugar como mayor exportador de la oleaginosa.

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El próximo gobierno, junto con las autoridades económicas y gremios empresariales, deberá seguir aunando esfuerzos a través de un trabajo profesional y coordinado promocionando activamente nuestros productos en el exterior, de ser posible ya industrializados, lo cual nos permitirán niveles de facturaciones muy superiores, pues demanda de alimentos siempre habrá no solo a nivel regional sino en países de extrarregión.

La soja en grano en los buenos años de cosecha nos permite una producción no menor a las 10 millones de toneladas con rendimientos promedios por hectárea de 3.000 kilogramos, y precios por TM que superan los USD 500, en los últimos años, sin dejar de considerar a nuestro trigo, sésamo, girasol, maíz, entre otros.

Contamos con plantas industriales procesadoras de aceites y derivados con tecnología de punta, y una muy buena capacidad instalada de producción y almacenamiento, al igual que molinos harineros estratégicamente distribuidos en los principales polos de desarrollo.

Los gremios empresariales con buen criterio abogan por el diálogo que permita construir mecanismos para impulsar con mayor dinamismo la agroindustria nacional, a fin de aprovechar mejor las ventajas comparativas como productor de alimentos para el mundo.

Nuestros molinos harineros, al igual que las plantas procesadoras de aceite de soja, cuentan con capacidad instalada disponible que nos permitirán incrementar la producción de harina en forma sustancial, generando por su valor agregado precios de venta mucho más atractivos.

Es por todo ello que nos preguntamos: si es que contamos con toda la infraestructura necesaria como para poder procesarlos y darle un mayor valor agregado que nos pueda generar por su venta a los mercados externos mejores precios, y a la vez la posibilidad potencial de incrementar la cantidad de generación de mano de obra empleada, ¿por qué no apuntamos a ello?

Los países que compran nuestros granos como complemento a su producción local, lo hacen para procesarlos y convertirlos en aceites y otros subproductos que siempre tendrán mejores precios que vendiéndolos en estado natural.

En la región, Argentina sigue siendo nuestro principal comprador de soja en grano, absorbiendo más del 70 % de lo exportado, mezclándolo con su producción local, elevando el nivel cualitativo en sus industrias aceiteras.Lo mismo ocurre con Brasil, cuyo trigo que le vendemos lo convierten en harina para su consumo local pudiendo hacerlo nosotros, dado que un gigante de más de 200 millones de habitantes siempre tendrá una demanda asegurada.

Apuntemos a una óptica con mayor visión de futuro y crezcamos cuali/cuantitativamente a través de productos industrializados con mayor valor añadido y mejores precios que contribuirán a potenciar la gestión económica-financiera de nuestras empresas, y con la posibilidad potencial que más personas puedan trabajar en las mismas.

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