El voto es la expresión más pura de la voluntad popular en los sistemas democráticos. El pueblo habla y se manifiesta por la vía de su voto, por cinco años, el mandante delega algunas responsabilidades y tareas como seguridad, educación y salud a quienes se han ganado su confianza y los designa mandatarios. No en vano la expresión vox populi, vox Dei (en latín, literalmente, “la voz del pueblo es la voz de Dios”).
En las últimas elecciones, el pueblo paraguayo ha hablado con absoluta claridad. Le ha otorgado a la Asociación Nacional Republicana la potestad de gobernar por un lustro, de liderar tanto en el Poder Ejecutivo, con la dupla Santi Peña-Pedro Alliana y una amplia mayoría en el Congreso Nacional, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores.
Al hablar del Poder Ejecutivo, el electorado votó por la esperanza. El mensaje de aspirar a estar mejor, a elevar su calidad de vida. Un mensaje que fue encarnado y protagonizado con prestancia por ambos candidatos. Jóvenes, capacitados, cercanos y a la vez con el suficiente don de mando para hacer verosímil la oportunidad de cambio. La estrategia de campaña del Partido Colorado logró que la gente lo identifique como el abanderado de lo que precisamos como país en este momento: dar el salto a un futuro de prosperidad. Ese es el modelo que la gente eligió.
Con el agregado de esa añoranza a las políticas públicas que fueron desarrolladas durante el gobierno de Horacio Cartes. Eso sí, tremenda confianza constituye a la par una gran responsabilidad. Es la que precisa quedar reflejada a la hora de la designación de los ministros y secretarios sobre los cuales la dupla presidencial pueda delegar tareas y el cumplimiento de los objetivos. En el caso de los que hasta ahora se han dado a conocer, Enrique Riera y Rubén Ramírez Lezcano, corresponde a cabalidad en ambos casos. Todos los ministros deben saber que estos cinco años no serán fáciles, que deben entrar con los guantes puestos, dispuestos a repartir y también a recibir. Más allá de la capacidad, no será un periodo para quienes no estén dispuestos a remangarse, entrar al fango y drenar el profundo pantano que deja el gobierno actual.
En lo que hace al Congreso Nacional, al parecer hay cierta conciencia al interior de las distintas fuerzas internas coloradas de que ambas presidencias deben recaer en parlamentarios de la ANR. En la Cámara de Diputados, hay un acuerdo que de cumplirse ubicaría a Raúl Latorre como presidente; en la Cámara de Senadores la presidencia recaería en Silvio Ovelar. Estas elecciones de las mesas directivas se aguardan con expectativas y tanto Peña como Alliana están muy comprometidos en el operativo ya que se sabe que el papel que cumple el Congreso es gravitante en nuestro sistema político.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos llama a enmarcar con precisión el modelo de gestión y de gobierno que la gente votó. De esa manera se podrá saber qué esperar y que no al respecto de los designados como secretarios del Poder Ejecutivo, sus perfiles y obviamente también de un eventual rendimiento.