- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político.
Vyropa la estudio, vyropa las clases. Estas fueron las últimas palabras que escuchó Sofía Rodríguez, directora del Colegio Nacional San Gervasio de Colonia Independencia, departamento del Guairá. Ella se encontraba dando clases de matemáticas y su propio alumno, un chico de 16 años sacó de la mochila un arma blanca, se levantó de su asiento, fue directo hacia la docente y le clavó la estocada fatal a la altura del corazón. Como no falleció en el acto, sus colegas trataron de salvarla y la llevaron a un centro de salud de la zona. Fue en vano, ya nada podía hacerse.
Luego de este luctuoso hecho, en el Colegio Nacional San José de la ciudad de Limpio, instalaron un detector de metales. Gracias al aparato que fue comprado por 8 millones de guaraníes con fondos de la asociación de padres, se incautaron varios cuchillos y cortaplumas del poder de los alumnos. A la par, también en Guairá, la madre de una alumna recibió amenazas contra su hija. Al parecer, al ocupar el cargo de delegada del curso de su hija y habiéndose opuesto a que los compañeros realicen una actividad fue suficiente para que le lleguen mensajes diciéndole que no está bien oponerse al grupo, ya que el mismo tenía la suficiente influencia para hacer que la hija se quite la vida. El mensaje decía también que iban a molestarla tanto a la niña, que la madre terminaría en el velorio de su propia hija. Esa misma semana le habían dejado una nota en la mochila con el siguiente mensaje: “matate”. Mientras una docente esperaba que lleguen sus alumnos en la escuela Eusebio Ayala del municipio de J. A. Saldívar, un malviviente entró hasta el aula, le puso un cuchillo en el cuello, la arrojó al piso porque se animó a gritar y le propinó varios golpes. Todo por robarle el celular.
Antes han habido otros hechos similares o peores, casos de abusos sexuales de grupos de alumnos a por lo menos otros dos mucho más pequeños en los baños del renombrado colegio privado de Lambaré, así como amenazas de tiroteos en otros colegios privados, que han quedado en el opareí.
Podríamos seguir. Hay más, mucho más. Estamos ante una epidemia, una de la que nadie quiere hablar. La violencia e inseguridad han permeado hasta la escuela, que debería ser uno de los sitios más seguros donde van para aprender y jugar con sus compañeritos. La brillante propuesta del Ministerio de Educación fue que los alumnos deberían llevar mochilas transparentes. Sí, usted leyó bien. Además, aprovechan la crisis y plantean la contratación a mansalva de más de 100 psicólogos. Algo que debió haber sido parte de un proceso en estos cinco años y que obviamente no lo hicieron, quieren hacerlo en estos 45 días que le quedan a este desmadre que ha sido el gobierno de Mario Abdo. Uno caracterizado por lotear para sus amigotes políticos cada parcela del Estado y donde, por supuesto, la Educación no fue la excepción.
Permanentemente se habla de las deudas que dejará la actual administración al gobierno entrante, deudas de cientos de miles de millones de dólares. Y está bien que la misma sea expuesta; sin embargo, la educación y la inseguridad sean probablemente dos de las materias pendientes más pesadas, profundas y difíciles de lidiar que le quedan al presidente electo, Santiago Peña. Y como suele suceder con las cosas de las cuales prefiere no hablarse, este es el momento en el que no tenemos idea de lo recóndito y oscuro que nos espera en ambos campos mencionados.
La inseguridad y la educación son obligaciones indelegables del Estado. Se precisará del mayor de los talentos para lograr resultados que las familias puedan sentir. Liderazgos que comprendan que de eso se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.