- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Late tantas veces como se decide que así sea. Es una de las acciones más representativas que distingue a la humanidad. Es así porque en cada persona luce de alguna manera el impacto que acarrea. En su etimología vive el latín, expresada como: Generāre. El verbo “generar” tiene una vigencia contundente. Sus lecciones le dan vitalidad a sus precursores. Por lo que las particularidades de sus efectos son únicas para quienes las experimentan. Además, determinan el latido del momento y preparan el que vendrá.
Se generan las intenciones de crecer. Es el mejor de los inicios para este verbo poderoso, unirlo a uno que está situado transversalmente en el contexto de la existencia. Se origina el crecimiento. Y su fluir tiene una secuencia permanente de acontecimientos que aportan al progreso de lo propuesto. Por lo tanto, desde la concepción de las ideas toma un rol protagónico el proceso de generalas. Las mentes puestas en la creación de iniciativas constructivas aportan al desarrollo social.
Las circunstancias pueden inducir a la generación de opciones para afrontar una situación específica, para abordar una conversación dilatada, para asumir un encuentro planificado. También los proyectos requieren de su indudable intervención, ellos son frutos de los planteamientos producidos en su gestación. Las pruebas cotidianas le dan insistentemente una oportunidad a la inteligencia puesta en el obrar.
Se generan las metas que estimulan las ganas de vivir. Los desafíos necesitan ser generados. Se conquista lo que se quiere, el esmero puesto en lo anhelado se sostiene en la capacidad de generar las condiciones para lograrlo. Se provoca aquello que ayudará a darle sentido a la vida.
Siempre hay un tiempo para preguntarse acerca de qué pensamientos y qué conductas predominan en uno y cómo han sido identificadas, observadas, interpretadas y valoradas. Generarse a sí mismo la vivencia consciente de cada etapa descripta puede resultar una buena manera de causar nuevas instancias por vivir.
Se generan los sueños colectivos que aglutinan voluntades. Se generan los acuerdos que fomentan las visiones edificantes a largo plazo. Se producen los hechos que avalan lo hablado, lo prometido, lo firmado; las subjetividades dispuestas a socializar, a compartir sus saberes, a relacionarse en los espacios que cobijan las diferencias y estimulan el valor del respeto.
La aceptación de la autoría de las respuestas que se da, tanto en palabras como en acciones, ante cada caso concreto es indispensable para generar la correspondiente retroalimentación ante lo provocado. Es el punto de partida de las alternativas que pueden generarse entre quienes están vinculados, dándole lugar a la búsqueda de cohesión entre ellos. Atender y comprender el significativo vigor de lo que se genera en cada instante se transforma en un reto personal y comunitario.