- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
La semana que pasó estuvo marcada por la solicitud realizada por el equipo de transición del presidente electo, Santiago Peña. La misma tiene que ver con los procesos de compra, licitación, contratación y nombramiento de funcionarios, solo por citar algunos elementos que el actual gobierno está llevando a cabo con una premura que dejaría con la boca abierta al equipo de boxes de McLaren. Lo que el equipo de Peña plantea tiene la muy razonable lógica de postergar todo aquello que se pueda postergar o que comprometa al presupuesto público del ejercicio 2024. En ningún momento se trata de “paralizar el Estado” como se pretendió instalar desde el actual Ejecutivo de la mano de los grupos de medios aliados.
La respuesta que tuvo la solicitud de parte de Mario Abdo lo describe perfectamente. Quedaron expuestas las profundas limitaciones que hemos arrastrado hasta los últimos días de la actual administración. Las declaraciones del presidente fueron como ponerle marco a su autorretrato, sobre el que los libros de historia calificarán como el peor gobierno de la era democrática. El tono y las expresiones usadas son las que usaría un cantinero de bar de mala muerte con un cliente reticente a pagar la cuenta. Obviamente, muy alejadas de la investidura presidencial. Una investidura para la que Mario Abdo nunca ha dado la talla.
Sin embargo, y hay que decirlo, más allá de la paupérrima maniobra que intenta distraer el prudente pedido que se hace y lograr que se invierta tiempo y esfuerzo hablando más de la respuesta que de la solicitud en sí misma, el equipo de transición de Peña no debería de caer en la cortina de humo y salirse del foco de su planteamiento. Dejar la caja vacía es a estas alturas la ya más que evidente instrucción que se lanzó desde Palacio de López. Esto tiene, por lo menos, dos ramificaciones: una política y otra de gestión. La política es el posicionamiento que hizo el presidente Abdo al respecto de la abierta oposición que hará durante la administración de Peña, al menos esa es su intención, aún está por verse si logra contener la sangría de senadores, gobernadores y diputados que ya está sucediendo en su movimiento. Y la otra ramificación son sus abiertas intenciones de intentar afectar a la gestión de Peña llenando de agujeros negros el presupuesto general de gastos 2023 y empeñando el de 2024. Abdo se colocó en la vereda de en frente mostrando sus cartas incluso antes del tiempo oportuno.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos está mostrando que se vienen tiempos convulsos. La transición que se esperaba sea de manera un poco menos conflictiva no será tal. El actual Ejecutivo no tiene intenciones de facilitarle las cosas al gobierno entrante y esto implicará que el mismo disponga de recursos humanos con el suficiente talento, templanza y creatividad para reparar el avión en pleno vuelo y a pesar de todas las obstrucciones y eventualidades alcanzar las metas propuestas.