La semana se inicia –con un dato real y relevante– con el arribo, por estas horas, del ministro de Economía argentino, Sergio Massa, a la República Popular China acompañado por una comitiva en la que, claramente, se destaca el diputado nacional Máximo Kirchner, hijo primogénito de la vicepresidenta Cristina Fernández y Néstor Kirchner, quien fuera presidente entre el 25 de mayo de 2003 y el 10 de diciembre de 2007.
No es un dato menor. Massa –quien unos pocos años atrás, desde la oposición a Cristina F. prometía “meter presos a los ñoquis (metáfora para señalar despectivamente a quienes van el 29 de cada mes para cobrar sus sueldos como empleados públicos) de La Cámpora”– personalmente lo invitó porque, al decir de no menos de tres altos funcionarios del ministerio que lidera, “quiere estrechar la relación con quien es el más escuchado por Cristina F.” ¿Para qué? Porque Massa quiere ser ungido como candidato a presidente por la segunda al mando. “Groucho Marx es uno de los preferidos de Massa”, dijo irónico a este corresponsal un veterano dirigente del peronismo que, presente en la Plaza de Mayo el pasado jueves en la tarde cuando hablaba Cristina, recordó que aquel fenomenal artista solía decir que “estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros”.
Ironías aparte, el viaje a Beijing tiene entre otros objetivos relevantes, solicitar al líder chino, Xi Jinping, ampliar el swap en yuanes (renmimbi o “moneda del pueblo”) que desde el 2011 está vigente entre los dos países para reforzar las reservas en el Banco Central (BCRA) que, según coincidentes analistas privados, “están entre USD 7 mil y 8 mil millones negativas”, y que el mandatario “ayude”, además, para que el Banco de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que lidera la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, respalde a la Argentina con alguna línea crediticia. No será fácil. Tanto el gigante asiático como el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se miran en el espejo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, si ese organismo multilateral no avanza en un nuevo rescate de la Argentina, solo endulzarán los oídos de la delegación argentina. Habrá que ver.
Lo único concreto por estas horas en Buenos Aires es que las pasiones –especialmente en el oficialista Frente de Todos (FDT)– están desatadas porque, contrariamente a lo que pudiera imaginar cualquier mortal, nadie quiere ser precandidato presidencial de cara a las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) que se desarrollarán aquí el venidero domingo 13 de agosto, dentro de 77 días. Mucho menos después de que Cristina F., durante una conversación que sostuvo en el canal C5N, vaticinó que el resultado de los comicios presidenciales que vienen –el 22 de octubre (147 días)– “será de tercios” y, desde esa percepción, destacó que “lo importante será estar en el balotaje” que se realizará el 19 de noviembre (175 días). “Nadie quiere ser en el peronismo mariscal de ninguna derrota”, repiten una y otra vez las y los dirigentes a los que se consulta sobre este tema definitivamente espinoso. Otros más enojados con la situación que con tanta precisión describió Cristina F. van más allá y, aunque también desde el anonimato, le exigen a la máxima lideresa del kirchnerismo “que se haga cargo”. El panorama es definitivamente crítico.
A tal punto que en la última decena de días las operaciones en procura de alcanzar objetivos personales crecen y, en algún caso, se adentran e involucran con situaciones que nada tienen que ver con los procesos preelectorales.
De hecho, desde pocas horas antes del 15 de mayo pasado, cuando el Estado Vaticano informó al Estado argentino que el papa Francisco designó al obispo de la patagónica diócesis de Río Gallegos, Jorge García Cuerva (55), arzobispo de Buenos Aires, ganaron espacio en las redes gran cantidad de fotos del joven prelado que, en principio, podrá ocupar ese cargo durante los próximos 20 años, acompañado del ministro Sergio Massa y su esposa, muy probablemente tomadas cuando el elegido se desempeñaba en la ciudad de Tigre, en el norte del Gran Buenos Aires, donde Massa era intendente.
Esas imágenes, que no se demoraron en alcanzar lugares de preeminencia en los medios, fueron significadas como la evidencia de un eventual acuerdo entre Francisco y Massa para facilitar que este sea ungido para la candidatura presidencial que tanto desea. Sin embargo, las múltiples consultas realizadas por este corresponsal tanto con fuentes eclesiásticas como diplomáticas y políticas –especialmente las primeras– coincidieron en el rechazo de la especie. “Una vez más, el peronismo mete al papa en su interna”, respondió telefónicamente con énfasis un veterano vaticanista. El consultado, prelado jubilado, admitió, sin embargo, que “la operación mediática no fue solo un movimiento de la política, sino que algunos portavoces eclesiales muy conservadores también participaron”. ¿Para qué? “Es difícil de saber, pero no debemos ignorar ni olvidar que Francisco anunció su deseo de visitar la Argentina después del verano y siempre es posible imaginar que hay quienes quieran evitarlo”.
Desde la política –cuando se consulta en el mismo sentido especialmente entre los que militan y actúan entre el peronismo no kirchnerista– las respuestas guardan similitudes aunque algunas van más allá y señalan como dato relevante una de las fotos en la que se ve a Malena Galmarini –esposa de Massa y presidenta de la empresa estatal AySa (Agua y Saneamiento Ambiental)– junto al arzobispo designado García Cuerva que hace con su mano izquierda la V de la victoria típica de la militancia peronista. “Si la candidatura de Sergio no va, Malena podría ser impulsada para la Vicepresidencia detrás de Wado de Pedro (ministro del Interior) o de Axel Kicillof (gobernador de la provincia de Buenos Aires)”.
Un prelado jubilado –emérito– pero de mucha influencia porque su palabra es escuchada tanto en los ámbitos políticos como en los sindicales, por su parte, y también desde la máxima reserva acerca de su identidad, fue lacónico con este corresponsal: “Sin comentarios”. Pero ante la insistencia, dijo algo más: “Espero y deseo equivocarme, pero el arzobispo designado deberá aprender que estas cosas, estas malas acciones, suelen ocurrir. Francisco, cuando era el cardenal Jorge Bergoglio, fue blanco de muchas operaciones como esta. El mismo papa, unos pocos días atrás, reveló que “algunos en el gobierno (de Néstor Kirchner) querían cortarme la cabeza”. Dijo también que “cuando lo consideraron opositor, empezaron a atacarlo” y añadió que aquellos ataques fueron “un poco armados porque eran funcionales al gobierno de turno”, cuando la actual vicepresidenta era presidenta y Sergio Massa jefe de Gabinete de Ministros.