- Por Augusto dos Santos
- Analista.
Nuestros grandes y amables vecinos de Pilar, doña María y don Silverio, padres de Palito, Adolfo, Luis y Ángel (todos integrantes de una banda de rock inspirada en Vox Dei y que se supo llamar “Alma Mater”) también tenían un singular lorito, cuyo nombre no recuerdo, pero de cuya locuacidad me llegan memoriosos ecos hasta hoy.
Apenas despuntaba el alba empezaba a cantar a voz de cuello (de cuello de lorito) su única tonada: “yo quieeeeeeroseeeeeeerrrrrr torero...” y así continuaba con indescifrable pero frecuente pauta horaria durante todo el día, hasta que llegada la noche se llamaba a silencio. Y ojo, que no era un “Yo quiero ser torero” cualquiera, sino era un “Yo quieeeeeero seeeeeeeeeeeerrrrrrrr torero” con un sabio uso del “suspense” en el voceo de lo que quería ser y un lapidario, escueto e inapelable final: “Torero”.
Los amables lectores saben que un lorito tendría ingentes dificultades para ser torero, pero al sonar tan rotundamente imposible, lo hermosamente ridículo lo transforma en una bella oda a lo imposible.
Pero el lorito de los Galarza por lo menos tenía el perdón de la naturaleza animal. Otra cosa ocurre con esa insufrible y antipática comunidad de políticos y no políticos que aparecen después de cada elección presidencial, con declaraciones públicas y movidas de influyentes y no influyentes en las redes, todo con el rebuscado clamor “yo quiero ser ministro”.
Indemnes a la vergüenza propia, despiertan la ajena cada vez que sus nombres suenan en los perfiles contratados de redes sociales, cuando se agencian alguna entrevista en medios o se largan a dictaminar sobre cosas solo para ponerse en la autopista de los tipos que saben sobre la materia de tal o cual ministerio.
Si yo fuera presidente, que afortunadamente no lo soy, tendría un generoso cesto de basura para acomodar cariñosamente todos los nombres de gente que se autoofrece, y que al hacerlo, se aplaza en una materia básica de esta carrera por ejercer la burocracia: el respeto a la decisión propia del presidente.