- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Llama la atención de quien está buscando su presencia. Puede transformar cualquier conversación, al punto que cuando se la expresa se produce precisamente un llamativo silencio en el receptor que le da la bienvenida. Es una de las llaves para crecer. Quienes la utilizan descubren detalles que sobresalen y que necesitan ser atendidos. Es una habilidad que vive en el interior de sus forjadores e inexorablemente está llamada a ser compartida. Es así porque su misión se cumple cuando el otro la hace suya. Facilitando la convivencia entre los protagonistas que le dan vida. Entenderse y entender a los demás es una misión permanente en cada vida.
Uno de los sinónimos de entender es discernir. Lo que representa el acto de distinguir, dando origen a la diversidad y facilitando el vínculo entre aquellos, que por alguna razón, están relacionándose. Entenderse entre sí es un desafío cotidiano que tiene un resaltante rol social. De alguna forma las personas necesitan ser entendidas. Pero para que eso suceda es fundamental que alguien esté dispuesto a ocuparse y hacerlo. Es decir, que quiera apreciar lo que se hizo, o lo que se está haciendo o lo que se intenta realizar. Al percibir puede entender, distinguir y apreciar.
Al entender es posible tener un conocimiento sobre lo que se hace presente. Aquí cobra fuerza el hecho de captar el instante que vibra. Y ante esa manifestación sucesiva de momentos que fluyen es determinante estar atento. Así cada hecho puede expresar su significación. Y conocer lo que quiere enseñar es vital, por eso animarse a profundizar genera interrogantes que solo la dedicación y el tiempo pueden vislumbrar. Entender surge del latín intendere, palabra que hace referencia a lo que está dentro y que se dirige hacia. A través de ese recorrido surgen las pruebas que exigen la práctica de la inteligencia innata que se posee.
Cuando en un diálogo alguien le dice a su interlocutor: “te entiendo”, está tratando de expresar su empatía de esa forma. Es muy bueno poder entender el sentido de una expresión del que está con uno. O entender qué quiso hacer, o por qué omitió tal acción. En el acto de entender se vive. El entendimiento además de voluntad requiere lucidez. Todos los sentidos enfocados hacia lo que deviene en el ahora pueden alertar, emocionar, seleccionar, entusiasmar y facilitar el actuar.
Por lo tanto, al entender se puede razonar y así tomar una decisión. Esta es la acepción del entendimiento que le imprime una secuencia natural al que la reconoce como tal. Su esplendor lleva a tener ideas identificadas como claras y alcanzar reflexiones antes no realizadas, como también despertar responsabilidades obviadas o negadas. La capacidad de entender reside en cada ser y su aplicación es un gran paso para comprender.