Con este evangelio Jesús estaba preparando a sus discípulos para su partida. Su misión estaba por concluir. Nosotros también estamos por celebrar la Ascensión de Jesús al cielo. En algunas partes celebraron el jueves (cuarenta días después de su resurrección) en otros lugares, para favorecer la participación de la gente se celebrará el próximo domingo.
Toda la vida de Jesús fue una manifestación del amor entrañable que Dios nos tiene. Un amor que no vaciló ni delante del sacrificio de la cruz. Un amor que superó toda prueba.
En la dinámica interior de nuestro ser, generalmente nosotros no conseguimos quedar indiferentes ante una demostración de amor. Cuando alguien nos abraza fuerte y sinceramente, o cuando nos regala algo lleno de cariño y significado o cuando hace por nosotros algo difícil con una singular sonrisa... nos sentimos como empujados a responder, o mejor retribuir de algún modo a este amor.
Delante del Señor nos sucede la misma cosa. Él nos amó primero y nosotros estamos invitados a responder a su amor y así empezar con él una relación siempre creciente hacia la unidad completa de Dios con nosotros. Con todo, aunque parezca muy fácil hablar del amor y principalmente del amor de Dios, nos resistimos mucho en hacer esta experiencia con él.
Infelizmente existen muchas personas que tienen miedo a ser amadas. Que están cerradas en sí mismas y no permiten que nadie se les aproxime, ni el mismo Dios. Tienen miedo de lo que les pueda suceder. Desconfían que el amor tenga una fuerza transformante y por eso se aterrorizan ante lo nuevo que pueda nacer. Cuántas personas ya conocí en mi vida, entre aquellas que rezan y van a la Iglesia y que son buenas, pero que tienen mucho miedo y se resisten a dejarse amar por Dios. Son inseguras. Tienen miedo de aventurarse en el camino de la fe. Prefieren una relación con Dios a distancia y que se mantenga solo en lo superficial. Evitan rezar en serio, con la sospecha de que Dios les podría atrapar. Evaden leer la Biblia, pues saben que esta les hablará directamente al corazón, con aquella palabra de la verdad que nos hace libres.
Huyen de una participación más activa con el cuerpo de Cristo y con el temor de que se abran los ojos y descubran que la vida del mundo es vacía y fugaz.
En una palabra: tienen miedo que el amor de Dios sea contagioso y que le despierte para amar...
Esta reflexión me hace recordar las palabras del San Juan Pablo II: “¡No tengan miedo! Abran la puerta a Cristo. ¡Abran bien!” Jesús no es una amenaza. Él no quiere quitar nada que sea bueno. ¡Él no quiere hacer mal a nadie!
Querido hermano, querida hermana: solamente quien se deja amar por Dios descubre realmente lo que es el amor. Y solamente estos aprenden a amar de verdad. Y solo quien ama es feliz. No nos olvidemos que nuestro amor no nace de la nada, él es la respuesta a aquel que nos amó primero, por eso la primera cosa es dejarse amar.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.