DESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Pedrito no debe tener más de 14 años. Dejó su infancia sobreviviendo en la calle. Tiene en sus manos un repasador con el que molesta a los automovilistas, una sonrisa retorcida que deja entrever una mueca de rencor y desencanto.

Cambió vergüenza y dignidad por unas monedas. Se gana la vida y juega peligrosamente entre los autos y conoce el tiempo exacto para llegar por sorpresa. A veces insultos. A veces dinero.

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Según el último informe de la ONU, unos 5600 niños y niñas se encuentran trabajando o mendigando en espacios públicos. Pedrito dejó la escuela. No recuerda cuándo, pero la pobreza y el abandono no le dejaron otra alternativa. No es su culpa, es solo un niño. Y de él hablan las estadísticas.

Algunos números parecen golpearnos en la cara: casi un millón de niños y adolescentes están por debajo del nivel de pobreza, unos 50.000 niños sufrieron algún tipo de violencia en los últimos años. Invertimos poco más del 3 % en niñez. Debería ser el doble.

Cada año tendrían que terminar la educación media 140.000 adolescentes. Solo terminan 70.000. El 66 % de adolescentes y jóvenes no asiste a ninguna institución de enseñanza formal, la tasa de escolarización secundaria es menos del 60 %, una de las más bajas de la región. Es el reflejo de una realidad que se multiplica en las calles de Asunción y de aquí a los semáforos de todo el país.

Desde que nació jugó a sobrevivir. En Paraguay, de cada 1000 niños y niñas que nacen, 19 mueren antes de alcanzar los 5 años, 16 antes de cumplir el primer año y 11 antes del primer mes de vida. Pero para Pedrito las estadísticas no importan. Debe comer. Esa es su prioridad. No sabe que tiene derechos.

Constitución Nacional: Art. 54 De la protección al niño: La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de garantizar al niño su desarrollo armónico e integral, así como el ejercicio pleno de sus derechos, protegiéndolo contra el abandono, la desnutrición, la violencia, el abuso, el tráfico y la explotación. Cualquier persona puede exigir a la autoridad competente el cumplimiento de tales garantías y la sanción de los infractores.

Miro a Pedrito con pena y él me devuelve una mirada intimidatoria. 2 de cada 10 adolescentes no trabaja ni estudia. Casi un millón de niños están atrapados en este círculo de pobreza. Y allí quedarán retenidos mientras no hayan políticas serias que reviertan esta situación.

Mientras esto no suceda, una generación de chicos sin futuro crece silenciosa, escondida a la vista de todos, recordándonos las brutales diferencias que ahondan nuestros rencores. Pero esa... esa es otra historia.

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