- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- Twitter: @RtrivasRivas
Las elites políticas en la Argentina se encuentran encerradas en el laberinto de los liderazgos y las vanidades. Solo en el espacio Libertad Avanza que contiene como figura hegemónica a Javier Milei -el que decide todo- no parece emerger ni gana espacio público disputa alguna. ¿Será así? El paso del tiempo permitirá saberlo. Mientras, tanto en el oficialista Frente de Todos (FDT) como en la principal coalición opositora –Juntos por el Cambio (JxC)– los debates internos son presentados como feroces.
Ayer, hubo elecciones para gobernadores en cinco distritos. San Juan, Tucumán, Salta, La Pampa, Tierra del Fuego y Misiones. En todas ellas gobierna el peronismo y, por tanto, debieran estar alineadas con el gobierno nacional. Sin embargo, se alejan del escenario nacional porque temen que, la crisis en la que se encuentran encallados el presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández y el ministro de Economía Sergio Massa -las tres patas sobre las que se apoya en FDT- los arrastre hacia el abismo profundo de la derrota.
De allí que los resultados electorales en esas provincias -desde la medianoche pasada- son sacudidos intensamente a través de los medios porque los protagonistas nacionales procuran decir, en cada caso, que esos resultados provinciales, cuando son exitosos, son propios. Viejo truco sin mucho sentido porque el peso electoral de esos cinco distritos sumados no aporta al padrón general más que un 11 %.
Veamos, como cada semana, algunos datos duros y concretos. La cotización oficial del dólar estadounidense es de USD 234 por unidad. El ilegal, paralelo, blue o como quieran llamarlo, al cierre de las operaciones en el mercado cambiario el viernes pasado, se transó en USD 469. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) -la inflación- que se conocerá en las próximas horas, no habrá de ser menor del 7 %. Anualizado, ese indicador, se ubicará por encima del 120 %. Una devaluación -coinciden en señalar economistas locales de todas ideología- parecería ser cada minuto que pasa más cercana.
Por si algo faltara para producir sentido en esa línea, según trasciende sin que ninguna voz lo desmienta, el ministro Massa solicitó al Fondo Monetario Internacional (FMI) le adelante unos 10.600 millones de dólares -”para llegar hasta fin de año”- pero, desde ese organismo multilateral le responden que solo será posible sin el oficialismo devalúa. La vicepresidenta Cristina F. se resiste a hacerlo, Massa quien aspira desde muchos años llegar a la presidencia sabe de esa resistencia y, una vez más, percibe que su ilusión se le escurre entre los dedos.
La crisis es perfectamente verificable para quien quiera hacerlo. Conscientes de la sequía que encuentran en los organismos multilaterales de crédito un nuevo fracaso sumó el gobierno argentino en la semana que pasó. Una nutrida delegación que lideró el presidente Alberto F. llegó hasta Planalto, en Brasilia, para pedir ayuda financiera al jefe de Estado brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva. Como era de esperar, la misión regresó con las manos vacías. Las coincidencias ideológicas -que no son totales con Lula- como tampoco las buenas relaciones personales son efectivas a la hora de activar imposibles.
Después de esa misión imposible, el presidente Alberto F. -totalmente descolocado, sin capacidad constructiva pero que todavía conserva alta capacidad destructiva- observa. Carrera contra el tiempo. Todos y todas saben que faltan 98 días para que se realicen las elecciones primarias abiertas simultaneas y obligatorias (PASO), para saber quiénes serán los candidatos y candidatas que se ofrecerán a la consulta popular; que luego de ello habrán de pasar 168 días hasta el domingo 22 de octubre cuando se vote para presidente, vice, senadores y diputados nacionales; y, si todo se mantiene -como lo señalan hasta hoy todas las encuestas- fragmentado en tercios, habrá que aguardar 28 días más para conocer quien habrá de asumir el 10 de diciembre próximo, cuando Alberto F. y Cristina F. –con clara fecha de vencimiento– finalicen sus mandatos.
Hasta entonces y mientras líderes y lideresas buscan intensamente sus destinos, el humor social cada día que pasa está peor. Inflación imparable, recesión y los ánimos por el suelo no son el mejor escenario para quienes intentan a golpe de palabras y más palabras traer aguas para sus molinos. Todos y todas lo saben.
Sin soluciones para la coyuntura, los equipos que asesoran a las y los candidatos, aunque no lo dicen públicamente, en reserva, admiten que ven complicaciones muy profundas a partir de los últimos días de febrero de 2024. De allí que, más allá de esa fecha –y sin datos concretos porque desde el oficialismo no se facilita el acceso a la información– no se animan a planificar. Crece la incertidumbre y no se percibe en la emergencia las o los eventuales gestores de cambios efectivos y eficientes.