- Por Laura Ramos
- Socia del Club de Ejecutivos del Paraguay
Hace una semana vivimos uno de los días más importantes en la historia de la democracia del país. Donde los ciudadanos eligieron a sus próximas autoridades, transfirieron toda su confianza y esperanza a un nuevo equipo de líderes, quienes tendrán como misión velar por el desarrollo del Paraguay, así como también blindar al país de posibles turbulencias que pudieran afectarlo en los próximos tiempos.
No es poca cosa que el desarrollo en el día de los comicios haya sido pacífico y sin mayores inconvenientes. Esto demuestra una sana democracia y un libre ejercicio de la voluntad popular, donde se permite que el pueblo elija verdaderamente a quienes considera mejor para ser sus gobernantes.
Seguidamente a la exitosa jornada electoral hemos sufrido unos días con desmanes y actos de vandalismos que nada tienen que ver con la gran jornada democrática del pasado domingo. Estos actos violentos lastimosamente tratan de embarrar la cancha de unas elecciones que hasta han sido felicitadas por organismos internacionales por su normal desenvolvimiento. Estos ataques a la paz ciudadana y a la libre circulación no deben ser librados sin sanciones ejemplares, ya que unos pocos no pueden violar el derecho de la mayoría, por ninguna causa.
El mensaje que debemos llevar como país a todos los distintos grupos sociales que componen nuestra sociedad es que nadie debe estar por encima de la ley. Que los derechos de uno acaban cuando colisionan con los de los otros. No podemos dar un mensaje errado a nuestros jóvenes como ejemplo de protesta. Así tampoco a la comunidad internacional, quienes nos miran atentamente para decidir qué grado de confianza nos darán para próximas inversiones. Debemos ser cautos como sociedad y no dejar que se prenda la llama de la intolerancia y, sobre todo, sin saber realmente qué objetivos hay detrás de todos estos ataques infundados. Sí debemos de cumplir con los procesos de control y asegurarnos que todos los recaudos de formalidad y transparencia han sido tomados. Pero no podemos permitir que vengan a patear el tablero sin proceder a denuncias fundadas y con documentos propicios para el tema.
Lastimosamente el país tiene muchas deudas con la ciudadanía, y a veces hace falta un simple empujón para iniciar una guerra. Pero no debemos dejar que nos usen como ciudadanos ingenuos y cansados de tanta corrupción para otros fines de los cuales no tenemos ni idea que se están gestando. El hartazgo de la corrupción puede ser la excusa perfecta para armar un ejército, pero hay una batalla por detrás muy distinta a la expuesta.
No permitamos quebrar los mecanismos genuinos de denuncias. Debemos cumplir con los procesos legales de reclamos, permitiendo aclarar por las vías adecuadas, pidiendo respeto pero también respetando al otro. No se puede, a través de la anarquía, pretender refundar un país mejor, sino todo lo contrario… Terminará de quebrar los procesos e instituciones que sí están funcionando correctamente.