• Por Pepa Kostianovsky

Imaginemos las próximas elecciones pueden ser las municipales o las nacionales. Al efecto es igual. Llaman a inscribirse a los partidos y movimientos políticos y concurren, además de los tradicionales y entre los novedosos, un EPP (Ejército Paraguayo del Pueblo), un PAE (Partido Anti Estado), o un MDR (Movimiento para Destruir la República). Y los inscriben, porque cumplen con los requisitos de las 1000 firmas, o las que sean necesarias.

¿Tiene lógica?, ¡Se los admite inscribirse en una institución de la República, la Justicia Electoral, para pujar por cargos de decisión en Instituciones Esenciales de la República a grupos cuyo objetivo es destruir la República!

No importa que tengan o no votos, aunque votar también es un derecho y un deber que tiene que ver con la vigencia de la República. Estamos hablando simplemente de “aceptarlos en una contienda que compete a la República”.

Pues queridos conciudadanos, les advierto que es exactamente lo que estamos haciendo. Se ha admi­tido en el proceso electoral, a un grupo camuf lado que es enemigo de la República, es enemigo de la instituciones, es enemigo del sistema democrá­tico y es enemigo de nuestros modos de conviven­cia pacífica.

Los representantes de Cruzada Nacional y su prin­cipal referente, Payo Cubas, no solamente están recurriendo a la desobediencia a las leyes, a vio­lentar la libertad de las personas. A amedrentar a los ciudadanos, y a amenazar con un supuesto ejér­cito de motoqueiros y camiones (¿?) a avasallar lo que se les ponga delante. Es decir, el imperio de la fuerza bruta.

Párrafo aparte para el electo Mbururu, un indi­viduo que está preso por violación de una menor y con antecedentes de estupro. ¿Cómo podemos imaginar siquiera la presencia de tamaño engen­dro en el Parlamento?

La Cruzada Nacional debe ser declarada por el Poder Legislativo como una organización terro­rista y expulsada de los espacios e instituciones de gobierno de la República por no corresponder a los objetivos esenciales de la misma.

Y el TREP debe enmendar el error de haberlos incluido, cuando aún estamos a tiempo. Basta con excluirlos del recuento de votos y agregar simple­mente a los candidatos de otros partidos pendientes en las listas de todos los otros grupos. El proceso técnico es muy sencillo. No llevaría más de media hora tener la nueva composición del Congreso.

Imagino que no es tan simple tener el acuerdo de todos los sectores políticos, ni la valentía de enfren­tarse a los desmanes de Payo. Pero es el modo más eficaz de sacar del juego a quienes no aceptan las reglas del juego.

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