- Por Gabriela Teasdale
- Socia del Club de Ejecutivos.
Se ha instalado ya a nivel mundial un debate sobre los alcances de la inteligencia artificial y las dificultades que podría traer su avance sin supervisión. Italia se convirtió en el primer país en bloquear el acceso al programa de IA avanzada (ChatGPT), alegando preocupaciones de privacidad. Este programa responde a preguntas utilizando un lenguaje similar al que usamos los humanos y diferentes formas de escritura. Puede escribir poesía, mantener conversaciones, resumir un documento o los apuntes de una reunión y traducir idiomas. Muchos expertos creen que la IA hará que algunos trabajadores como médicos, abogados y programadores informáticos se vuelvan más eficientes mientras que otros, aquellos que hacen tareas más repetitivas o genéricas, pueden ser sustituidos.
La tecnología se ha vuelto una herramienta indispensable en nuestras vidas. Pero no olvidemos que detrás de cada sistema tecnológico está el talento humano y que nada podrá sustituir ese talento. En un concierto, en Asunción, el artista argentino Fito Páez se refirió a la IA afirmando que ningún sistema de este tipo sería capaz de reemplazar al fallecido Luis Alberto Spinetta, uno de los compositores más importantes de Latinoamérica y desató una gran ovación del público.
Si hoy se me ocurriera preguntar a ChatGPT, por ejemplo, quién es “Gaby” Teasdale, probablemente dirá que soy una experta en coaching y crecimiento personal, enumerará los diplomas que tengo, la experiencia en mi materia, los congresos a los que asistí o las conferencias que dicté. Pero dudo que mencione las dificultades que enfrenté para estar donde estoy, el rol que ha jugado el amor, la amistad, los sueños, las angustias, añoranzas o deseos.
Todo esto nos deja mucho en qué pensar, pero el mayor dilema puede ser que antes de que tengamos la oportunidad de comprender cómo afectan estos sistemas al mundo, se vuelvan aún más poderosos. Y la duda que me invade es ¿realmente queremos que la IA llegue a ser tan poderosa?
Me pregunto si podríamos contarle a un psicólogo artificial nuestros problemas o confiarle nuestra salud a un médico que utilice algoritmos. Aún resulta difícil asumirlo. Porque lo que nos hace humanos es lo que finalmente nos diferencia, no la productividad, ni la multitarea, sino la empatía, el humor, la creatividad, la visión, la fe en algo y en alguien. Utilizando la IA un médico podrá hacer un diagnóstico más exacto y rápido, pero su paciente siempre necesitará ese contacto humano que es insustituible en su proceso de sanación y eso se aplica a muchas otras áreas.
Entonces la clave en todo este tema es que desde el lugar en el que estemos sigamos centrándonos en desarrollar habilidades y capacidades vinculadas a lo que la inteligencia artificial no puede replicar: empatía, escucha, motivación, juicio crítico y cooperación con los otros. Fomentar la conciencia emocional propia y de los demás, gestionar las emociones, tener autonomía emocional y competencias sociales. Porque la complejidad de las emociones humanas es lo que esencialmente marca la diferencia.