EL PODER DE LA CONCIENCIA

Abril guarda secretos idos que producen cosquillas en el estómago y hoy voy a contar algunos, pero supongo que a los jóvenes de hoy, que viven pegados al celular, no les va a llegar, porque para que el prodigio ocurra hay que viajar en el tiempo, unos 40 años hacia el pasado.

Hoy abril es fiesta para los periodistas, secretarias, diseñadores gráficos y maestros, sin embargo también fue un 24 de abril (1918) cuando el distrito de Maciel se independizaba de Caazapá.

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¿Qué es Maciel? Para comprender esto habría que mencionar que antes el Paraguay tenía una Flota Mercante del Estado, también una línea aérea propia (LAP) y el ferrocarril hacía viajes regulares hasta Encarnación. Las rutas casi no estaban asfaltadas y el tren era el medio de locomoción principal. Y como este pasaba por Maciel, el pueblito era el centro de desarrollo de la zona.

Los macieleños iban por todo el mundo y en Asunción fundaron su Centro de Residentes y cada 25 de abril hacían todo un acontecimiento cuando volvían a su terruño para celebrar la fiesta patronal. Y esa aventura era pura felicidad.

Para empezar, alquilaban un coche (vagón de tren) y puntualmente el viernes a las 18:00 la locomotora anunciaba la partida del convoy. En el coche, los adultos reían, bebían y recordaban las mismas anécdotas de cada año matizadas con las nuevas, otros colocaban una pequeña mesita en medio del pasillo y jugaban al truco, mientras los niños se paseaban desde el Comedor hasta el último vagón. La cadencia del tran-tran, tran-tran de las ruedas era música que calmaba el alma y a veces, sobre todo en las subidas, la velocidad de la vieja locomotora permitía a los chicos más osados que bajaran y trotaran al lado de las escalerillas del vagón.

La llegada a cada estación era una fiesta aparte, con vendedoras que ofrecían chipa, empanadas, masitas, jugos, chicharõ trenzado, caramelos y todo tipo de artículos.

El viaje se prolongaba hasta las 3 o 4 de la mañana, cuando se llegaba a Maciel. Los petardos de recibimiento de los macieleños eran contestados por la alegre bandita que los residentes llevaban desde Asunción y la fiesta comenzaba. Como generalmente hacía frío, el recibimiento estaba acompañado por una gigantesca olla de caldo avá, que era compartido por los cientos de personas presentes.

Con una maniobra, el tren desenganchaba el vagón alquilado y seguía su viaje hacia Encarnación. Mientras, amanecía en Maciel, los preparativos para la carrera de caballos eran ultimados para esa mañana y luego, al mediodía, todo el pueblo se trasladaba hasta el sitio del almuerzo, donde varios vacunos eran asados a la estaca.

Llegada la noche, los niños disfrutaban de la calesita, que empujaban para dar vueltas y que el encargado no les cobrase; también estaban desplegados los tradicionales juegos de chica-grande, las argollas, la pesca, que ofrecían chucherías como premios. Paralelamente, en un local cercano se desarrollaba la fiesta, donde jóvenes bailaban despreocupados y los adultos departían en medio de cerveza y whisky. A pesar de que el jolgorio finalizaba muy tarde, siempre había que conservar fuerzas porque en la mañana de ese domingo había, primero que ir a misa, y luego al torín, donde los payasos, sin dañar a los animales, arrancaban carcajadas al público mediante su arte.

Al mediodía el tren llegaba de Encarnación y enganchaba nuevamente el coche-vagón y todos los residentes asunceños debían resignarse a volver a sus labores cotidianas. El regreso era un cúmulo de cansancio extremo y adrenalina en las venas, hasta las 8 o 9 de la noche, cuando el pitido de la locomotora anunciaba su llegada a la Estación Central.

La fiesta cívica que todo Paraguay va a vivir mañana no se compara con esas experiencias del pasado, pero es el presente y sobre todo influirá en el futuro. Los adultos podríamos recordar que alguna vez, no hace tanto, Paraguay tenía tren, aviones y buques que estaban al servicio de los ciudadanos. Los jóvenes no saben de esas cosas, pero con conciencia debemos ir mañana y votar para darles de nuevo ese tipo de felicidad que nunca conocieron.

Apostemos por el trabajo, por el desarrollo, por la unidad; apostemos por ganar y no por la avaricia. Vamos a votar y a elegir el mejor camino. Tal vez pronto volvamos a tener un tren y los jóvenes puedan comprender lo que es la felicidad, sin celulares.

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