DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

Lo detuvieron los vecinos cuando intentó entrar a robar a una casa. Primero le dieron una paliza, luego, como debía ser, lo entregaron a la Policía. Lo vi en el noticiero. Era joven y parecía fuerte, pero sus ojos dejaban ver una profunda tristeza, de esas que te carcomen el alma. Su rostro todavía dejaba ver las huellas de la paliza que le habían dado.

Desde la comisaría dijo lo que dicen casi todos los ladrones cuando ya no tienen escapatoria: “Lo hice porque tenía hambre”, como si andar con la barriga vacía le diera carta blanca para salir a robar.

También dijo que no encontraba trabajo y como si de una triste novela se tratase, también lo había dejado su novia. Y puede ser. Son cosas que pasan. Pero la pobreza genera las desigualdades. Es un problema de fondo.

En Paraguay, y en promedio, de 10 estudiantes que ingresan al primer grado, solo 3 culminan la educación media. Es una deuda pendiente de sucesivos gobiernos y organizaciones. Pero es la triste realidad.

Puede que obligado por la situación no haya podido estudiar. Sin estudios la vida te va reduciendo las opciones. Y si todo se complica peor.

A veces todo viene mal y la vida te va cerrando puertas, entonces abrumado, resignado o rabiado uno toma decisiones equivocadas de las cuales tiene que hacerse responsable. Esta vez no mató y tuvo suerte de que no lo mataron. Es como quien dice que “la vida le dio otra oportunidad”. Este chico será procesado y seguro pasará un tiempo en Tacumbú. El suficiente para enterrarse o meditar.

Me vas a decir que es una historia como tantas, pero al final la lección es que tenemos que vivir con nuestras decisiones. Incluso, cuando la vida te trate mal. Podés ir aún más abajo o parar la pelota y pensar la jugada. Al final, como diría la abuela María: “Si la vida te da limones, hacé limonada”, si te quedás a llorar estás frito, y si tirás los limones... también. Pero esa… esa es otra historia.

Etiquetas: #Decisiones

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