- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
La pandemia sanitaria que nos azotó por más de 2 años y produjo la muerte de más de 20.000 compatriotas se pudo haber evitado si nuestras autoridades actuaran proactivamente como debía ser.
Precisamos imperiosamente de la creación de más fuentes de trabajo para los jóvenes, dado que los niveles de incorporación plena dentro del ámbito laboral se encuentran restringidos por las altas tasas de desocupación e informalidad que seguimos sufriendo.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de desempleo en Latinoamérica sigue manteniéndose a niveles similares a los reportados antes del inicio de la pandemia, que era del 18%.
Estudios realizados revelan que la cantidad de jóvenes en busca de empleo a nivel regional es de aproximadamente 10 millones, una de las peores crisis laborales de los últimos años.
Ante este escenario negativo se torna en un problema de carácter estructural que guarda íntima relación con situaciones de pobreza y exclusión, que es “caldo de cultivo” para la delictividad del cual no escapamos, pues muchos en su desesperación cometen actos deleznables que vemos, leemos y escuchamos todos los días.
Considerando que estas personas están en edad productiva, la falta de ingresos hará que se pierda demanda agregada y ahorro, que es lo que ya viene ocurriendo en nuestro país, sin que el Gobierno en estos más de 4 años y meses se haya propuesto estructurar planes formales estratégicos que pudo haber paliado este atolladero laboral en que estamos sumidos, atribuible a la falta de capacidad de gestión.
Seis de cada diez jóvenes ante la falta de oferta de un trabajo formal, y para no quedarse con las manos vacías no tienen otra opción más que aceptar estos tipos de empleos informales, con salarios mensuales por debajo del mínimo legal, sin contar con los beneficios de la jubilación y seguro social del IPS, lo que resulta desmotivante y sin la certeza de que en poco tiempo más podríamos estar mejor, salvo que el próximo gobierno traiga entre manos ejes estratégicos bien definidos que pueda hacerles ver a estos jóvenes “una luz de esperanza al final del túnel”, puesto que como mínimo nuestro país precisa la creación de no menos 500.000 nuevas fuentes de trabajo en los próximos años para llegar al punto de inflexión.
Se hace imperioso que el próximo gobierno asuma con verdadera responsabilidad, la formación académica de nuestros jóvenes, que les permitan responder a las demandas de los mercados laborales, dado que miles de ellos no estudian ni trabajan, creando frustración y desmotivación por la falta de oportunidades.
Esta alarmante situación de deterioro del empleo juvenil forma parte de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), que busca promover un crecimiento económico mucho más sólido y estable.
Los avances observados son pobrísimos, por lo que de este gobierno ya no resta esperar nada debido a la inutilidad e ineptitud que han sido la constante.
Tenemos aproximadamente 452.000 jóvenes entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan, lo que de por sí refleja el serio problema dentro de nuestro mercado laboral, viéndose obligado miles de ellos a migrar del campo hacia las ciudades para seguir subsistiendo.
La inserción de nuestros jóvenes en posiciones laborales de menor calidad, prácticamente sin variación, dando lugar al subempleo y a la informalidad, siendo esta última la constante en las mipymes, donde se estima que 6 de cada 10 siguen operando “subterráneamente”.
En el 2020 la población joven en edad de trabajar era de aproximadamente 28% y con una proyección de crecimiento cercano al 3% en el corto/mediano plazo.
Al cierre del 2021 el 35% de los jóvenes desocupados había concluido solo el ciclo primario, que es en términos relativos muy similar a los que concluyeron la educación media atribuible a factores de orden económico (necesidad de empezar a trabajar a temprana edad por falta de recursos económicos), y el escenario ha sido de nuevo trágico para nuestros jóvenes en el 2022.
Los niveles de desempleo siguen impactando negativamente en nuestro desarrollo y crecimiento económico, haciendo que la pobreza y pobreza extrema muestren cada vez escenarios más preocupantes por la desidia e incompetencia de esta administración, uno de los peores de los últimos 30 años.