- Por Eduardo “Pipó” Dios
- Columnista
Las organizaciones no gubernamentales, más conocidas como ONG, surgieron por todo el país con fines nobles y altruistas. La idea original, según se entiende, era suplir la ausencia del Estado, sobre todo en países subdesarrollados o en vías de desarrollo.
También en los países desarrollados surgen para atender cuestiones que no eran, valga la redundancia, atendidas por las autoridades, gobiernos, instituciones públicas, organismos internacionales etcétera.
Las oenegés, en general, la mayor parte de ellas, cumplen o al menos intentan cumplir con el rol para el que fueron creadas. Así tenemos varias en nuestro país, por ejemplo, que han obtenido logros sumamente importantes, ya sea apoyando a sectores carenciados, cubriendo la ausencia del Estado en todos los ámbitos o asesorando a los gobiernos nacionales, regionales y municipales, para realizar un mejor trabajo en diferentes áreas de su responsabilidad.
Pero, como siempre, y sobre todo en el tercer mundo, donde hay plata aparecen los bandidos de siempre. Muchas oenegés se han convertido en cotos de caza de grupos de inescrupulosos que se aferran, o se adueñan de alguna causa originalmente noble, para obtener fondos, ya sean públicos o privados, nacionales o del extranjero, en algunos casos simplemente para llenarse los bolsillos y destinar un porcentaje ínfimo a la causa, y luego simular que realizan parcialmente la actividad para la cual fueron creadas. En otros casos, como hemos visto en los últimos tiempos, también son funcionales a grupos políticos, de poder, económicos, y hasta delictivos. Muchas instituciones públicas han sido prácticamente coptadas por estas oenegés supuestamente serias y con fines loables para, en complicidad con funcionarios corruptos, dedicarse a dilapidar los fondos tanto privados como públicos, con oscuros manejos o licitaciones fraguadas.
La famosa industria de las consultorías se quedan con la parte del león y le tiran unas monedas al supuesto beneficiario legítimo de la ayuda, de la que se jactan en los medios amigos, en las charlas o los famosos “conversatorios” llenos de PowerPoint, Slide Show, pomposas presentaciones y lujosos eventos, donde se llenan la boca con hermosas palabras y algún videíto bien emotivo, mostrando a algún beneficiario exitoso, sin contarnos que nos salió más cara la consultoría, el asesoramiento, la folletería, y por supuesto el evento donde estamos sentados y aplaudimos a estos “próceres del siglo XXI”, que lo que ganarán los “beneficiarios exitosos” en toda su vida empresarial.
No estamos ajenos tampoco a la injerencia política o en la política nacional del dinero de origen, ya sea extranjero o simplemente dinero sucio, con el cual a través de un entramado de fundaciones, oenegés y consultores se desvían fondos para financiar campañas electorales de los candidatos amigos o que respondan a las agendas de los gobiernos o agencias extranjeras o, dado el caso, los grupos delictivos que remiten estos fondos sin ningún control y con rendiciones de cuentas sumamente dudosas.
Últimamente han surgido voces simplemente exigiendo explicaciones, rendiciones reales de cuentas, justificación de los fondos, y sobretodo que los objetivos de estas oenegés sean contestadas con nuestra cultura, costumbres, tradiciones y leyes. Pero que por sobre todo, no traten de imponernos candidatos afines a agendas políticas y sociales, beneficiosas para los países o empresarios donde se originan los fondos y perjudiciales para nuestro país y nuestra democracia.
El hecho de que varios conocidos oenegeros, que militan en la últimamente mal llamada oposición, hayan puesto el grito en el cielo ante la sola idea de ser controlados en sus manejos financieros, da cuenta de que evidentemente hay algo oscuro detrás de todo este “mecanismo”.
Finalmente, si no hay nada raro, bienvenido sea el control, porque como dice el viejo adagio, “quien nada debe, nada teme”.