- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
En las Sagradas Escrituras el número 40 tiene sentido de purificación, de transformación radical, de un nuevo nacimiento, previa expiación de los pecados. Es, también, un tiempo de pruebas, de resistencia y de perfeccionamiento para la gran obra cristiana: ser y hacer discípulos. Durante 40 días y 40 noches llovió sobre la tierra hasta inundarla por completo. El éxodo del pueblo elegido, antes de cruzar el Jordán, duró 40 años. Había que expurgar en el desierto las tradiciones paganas adquiridas en Egipto.
En ese trayecto, Moisés estuvo 40 días en el monte Sinaí, desde donde descendió con las Tablas de la Ley (los Diez Mandamientos). Según el libro de 1 Samuel, fueron 40 los días que Goliat desafió a los israelitas, antes de ser derribado por la honda de David. Y 40 días estuvo Jesús en el desierto, mientras era tentado por el diablo. Ni hace falta ser exégeta de la Biblia para conocer estos hechos. La curiosidad que empuja a la lectura sistemática es suficiente. La periodista Mónica Arrizabalaga, de ABC (España), fue más exhaustiva en su vocación periodística y contabilizó que el número 40 es citado en más de 100 ocasiones en el Gran Libro. Y ahí podrán encontrar el origen de la cuaresma, que se inicia con el miércoles de ceniza. Y cosas así.
En el mundo de la literatura, en “Las mil y una noches”, el número 40 fue inmortalizado por Alí Babá. Al contrario de lo que repite el conocimiento popular, no fue el jefe de la banda. Se trataba de un humilde leñador que presenció cómo los ladrones, que eran 40, entraban a una cueva sellada donde amontonaban sus botines y que se abría con las palabras “Ábrete, Sésamo”. En nuestro país representa la temperatura que es ideal y agradable para algunos y odiada e insoportable por otros. Suele ser motivo de interminables debates, en especial en las redes sociales. Y, últimamente, es la Lista 40 la que centra la atención política a escasas dos semanas de las elecciones generales fijadas para el 30 de abril. Dos sectores de la oposición se disputan sus favores: la Concertación Nacional y el movimiento La Nueva República. Mejor aún, sus candidatos a la Cámara de Senadores se insertaron en ambos proyectos. Se trataría de un caso único en nuestra historia política –salvo que los investigadores demuestren lo contrario– y, probablemente, nunca más se repita.
El Frente Guasu Ñemongeta ingresó como Lista 40 a la Concertación Nacional. Su líder único e inamovible es el ex presidente de la República Fernando Lugo. Es difícil saber si el ex obispo de San Pedro eligió tal número por razones bíblicas, como una forma de purificarse de su pasado prolífico de procreador de hijos durante los años en que ejercía su misión pastoral. La médica y senadora Esperanza Martínez competiría por la presidencia de la República dentro del frente opositor. Efraín Alegre, titular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), sería su más fuerte competencia. Pero ocurrió un imponderable. El 10 de agosto de 2022, Lugo sufre un accidente cerebrovascular, cuya gravedad le impide asumir decisiones. La primera víctima de la incertidumbre fue la propia Esperanza Martínez. Conocedora del complicado estado de salud del ex mandatario, cinco días después decide renunciar a su postulación. Al día siguiente, el 16 de agosto, Alegre comunica que eligió a Soledad Núñez como precandidata a la Vicepresidencia. Soy consciente de que muchos colegas, incluso de este mismo diario, ya analizaron esta situación. Yo me limitaré a comentarla una vez más por aquello de que, en algunos casos, la redundancia clarifica.
Por qué hablé de un caso único en nuestra historia política. Porque, a diferencia de los liberales del pasado, no hay dos Frente Guasu. Es uno solo, fracturado en dos corrientes. Todos están entreverados en una sola lista, como bien ya se explicó días atrás. Pero rompieron la carpa y cada quien armó su propio campamento: algunos con Efraín Alegre (Esperanza Martínez y Carlos Filizzola) y otros con Euclides Acevedo (Sixto Pereira, Hugo Richer y Miguel Fulgencio “Kencho” Rodríguez). El médico de cabecera de Fernando Lugo, el senador Jorge Querey, es candidato a vicepresidente por La Nueva República. Mientras, Lugo sigue callado; no sabemos si intencionalmente o como una secuela natural de su enfermedad. Aunque Efraín Alegre se esfuerza en presentarlo como su aliado, el líder del FG se mantiene sin tomar posiciones. Es su clásico boca de poncho, en el medio. Como sapo de otro pozo, aunque le encanta el agua de la política.
Y ahora viene lo onírico. El 17 de enero de este año se inscribieron las candidaturas, post internas, para los comicios nacionales y departamentales. El 22 de ese mes concluyó el período de tachas y reclamos. Y el 17 de febrero fue la fecha límite para solicitar sustituciones de candidatos por renuncia, inhabilidad o fallecimiento, “a los efectos de la actualización del software oficial de votación”. En los últimos días se presenta Luis Paciello, yerno del ex obispo, a reclamar su condición de reemplazante de “Lugo en caso de que no llegara a jurar el 30 de junio”. No sé cómo hará este muchacho para sabotear el artículo 161 del Código Electoral que señala, sin resquicios para dobles interpretaciones: “En caso de renuncia, inhabilidad o muerte de algún candidato electo antes de su incorporación, le sustituirá aquel que en la lista de titulares de su partido, movimiento político o alianza lo siga en el orden respectivo”. Y Paciello aparece en el lugar 17. O tergiversaron sus palabras o él conoce de algún inciso que hará realidad lo imposible. Buen provecho.