La neurotecnología, una rama emergente de la neurociencia, ha estado avanzando rápidamente en los últimos años, abriendo nuevas posibilidades para entender y manipular el cerebro humano. Desde dispositivos implantables hasta algoritmos de aprendizaje automático, la neurotecnología tiene el potencial de mejorar nuestra calidad de vida y resolver problemas de salud importantes, pero también plantea preocupaciones éticas y sociales importantes. En esta columna dominical, como hacemos cada semana, discutiremos algunas de las implicaciones sociales de los avances en neurotecnología y cómo estos pueden afectar a nuestra sociedad, porque todo progreso implica, a la par de avances, también de compromisos y riesgos que se deben asumir como “precio del progreso”.

En primer lugar, la neurotecnología puede tener un gran impacto en el campo de la medicina. Por ejemplo, la estimulación cerebral profunda, que utiliza un dispositivo implantable para enviar pulsos eléctricos a partes específicas del cerebro, se ha utilizado con éxito para tratar una variedad de trastornos neurológicos como la enfermedad de Parkinson, la epilepsia y la depresión. Además, la neurotecnología también puede ayudar a mejorar el diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, lo que puede mejorar significativamente la calidad de vida de las personas que padecen estas enfermedades. Sin embargo, el uso de la neurotecnología en medicina plantea preguntas importantes sobre la ética médica. Por ejemplo, ¿hasta qué punto debemos permitir la modificación del cerebro para mejorar la salud mental o cognitiva? ¿Cuáles son las posibles consecuencias a largo plazo de la estimulación cerebral o la terapia génica para el cerebro? Además, existe la preocupación de que la neurotecnología pueda ser utilizada para mejorar el rendimiento cognitivo o físico en personas sin una afección médica, lo que puede crear desigualdades en la sociedad.

Otro campo en el que la neurotecnología puede tener implicaciones sociales importantes es la educación. Se ha demostrado que la estimulación cerebral no invasiva, que utiliza campos electromagnéticos para estimular áreas específicas del cerebro, puede mejorar el aprendizaje y la memoria en adultos y niños. Además, el uso de algoritmos de aprendizaje automático para adaptar la educación a las necesidades individuales de los estudiantes también está ganando terreno. Si bien estas tecnologías tienen el potencial de mejorar el rendimiento académico y el éxito futuro de los estudiantes, también plantean preguntas sobre la equidad en la educación. ¿Qué sucede si solo los estudiantes de familias ricas pueden pagar tecnologías avanzadas de neurotecnología para mejorar su aprendizaje? ¿Cómo se pueden garantizar las mismas oportunidades educativas para todos los estudiantes, independientemente de su nivel socioeconómico?

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Además de la medicina y la educación, la neurotecnología también tiene implicaciones en la seguridad y la privacidad. Por ejemplo, la neurovigilancia, que utiliza la tecnología de EEG para monitorear la actividad cerebral y detectar signos de fatiga, estrés o engaño, está siendo utilizada por las fuerzas militares y de seguridad. Si bien esto puede ayudar a prevenir accidentes o actos criminales, también plantea preguntas sobre el uso de la tecnología para fines de vigilancia y control. ¿Cuáles son las implicaciones éticas de la neurovigilancia? En primer lugar, existe la cuestión del consentimiento informado. Los individuos deben ser informados adecuadamente sobre los riesgos y beneficios de la neurovigilancia antes de someterse a ella. Además, también deben ser informados sobre cómo se utilizará la información obtenida de la neurovigilancia y quién tendrá acceso a ella. Otra preocupación ética importante es la privacidad y la seguridad de la información obtenida de la neurovigilancia. La actividad cerebral puede proporcionar información muy sensible sobre la persona como sus pensamientos, emociones, preferencias y posiblemente incluso sus intenciones futuras. Por lo tanto, es importante que se establezcan medidas de seguridad adecuadas para garantizar que la información obtenida de la neurovigilancia no sea utilizada para fines malintencionados. También existe el riesgo de que la neurovigilancia se utilice para fines discriminatorios o para estigmatizar a ciertos grupos de personas. Por ejemplo, si se utiliza la neurovigilancia para detectar tendencias criminales en ciertos grupos étnicos o culturales, esto podría llevar a la discriminación y la estigmatización de esos grupos. Además, la neurovigilancia también podría ser utilizada para influir en el comportamiento humano. Si se descubre que ciertas áreas del cerebro están asociadas con ciertos comportamientos, se podría utilizar la neurovigilancia para monitorear y controlar estos comportamientos. Esto plantea preocupaciones éticas importantes sobre la libertad individual y la autonomía, ya que podría llevar a la manipulación de la conducta humana.

El conocimiento es responsabilidad. Cada avance tecnológico (y más en algo tan dinámico como el cerebro y las neurociencias) implica un mundo aparte de responsabilidades y de alcances insospechados. ¿Díganme si no es algo que nos puede tener DE LA CABEZA? ¿Nos seguimos leyendo cada domingo con temas como este?

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