DESDE MI MUNDO

  • Columnista

Tuve la suerte de conocer Taiwán. Entender sus costumbres y parte de su historia. Un sitio bello, ordenado, encaminado a un futuro que ya se vive y se siente en sus calles.

Es impresionante el nivel educativo de sus jóvenes. Una generación segura de lo que quiere y a donde quiere llegar. Se sienten soberanos de la tierra en que nacieron y por la que podrían enfrentarse a la ambición de la China comunista.

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No es un secreto, lo demuestran con palabras y hechos.

Justo en el momento de mi visita, Taiwán recibía la noticia de que Honduras, un país centroamericano al que ayuda desde hace unos 80 años, decidía abandonar sus lazos con la isla y establecerlos con Pekín.

Fue un golpe para la democracia insular que Pekín reclama como su territorio.

Aunque no se refirieron directamente al alejamiento de Taiwán, funcionarios del gobierno de Honduras justificaron que forjar vínculos más estrechos con China era vital para mejorar la debilitada economía del país.

Pero China continental no es un buen socio y quizás América Latina y el Caribe podrían aprender de su tormentosa influencia en África, por ejemplo.

Vamos a hablar de minerales esenciales, como el litio. Hace unos meses, la empresa china Ming Xin Mineral Separation Ltd se impuso a Tesla en una licitación para desarrollar una planta de procesamiento de litio de Nigeria. Fue el primer paso.

Es la forma en que las empresas chinas extienden su influencia con el fin de acaparar los mercados, en este caso el del litio, un mineral clave para teléfonos móviles y vehículos eléctricos. Esa misma tendencia se está dando en Sudamérica, donde se encuentra el 60% de las reservas mundiales de litio.

Empresas chinas están invirtiendo millones en minas en Argentina y Chile, y un consorcio chino llamado CATL acaba de ganar una licitación para extraer litio en Bolivia. Cuando acabe el recurso, China se quedará con las ganancias y sus aliados con las deudas.

Es solo un ejemplo.

Otro para sopesar es la influencia que la economía de Taiwán tiene en la economía mundial. Gran parte de los dispositivos electrónicos que usamos a diario en el mundo, desde teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, relojes y consolas de videojuegos contienen chips. Pues bien, Taiwán maneja el 92% de la producción mundial de semiconductores.

Solo una compañía, la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, conocida como TSMC (que tuve el gusto de conocer), controla la mitad del mercado mundial de una industria que hoy mueve al mundo.

En este contexto, una hipotética reunificación con China le daría a Pekín el control de una de las industrias más importantes del planeta. Y los expertos advierten, si China se hiciera con esta industria de Taiwán, Occidente sufriría rápidamente las consecuencias.

Pero el juego de poderes está en marcha.

Me quedo con las declaraciones de Jeff Liu, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Taiwán: “Queremos recordar al gobierno de Honduras que ya que ha estado plagado de problemas de deuda, no beba veneno para saciar su sed, o caerá en la trampa de la deuda de China”…

Un veneno que seduce a los peones en la tabla del ajedrez mundial.

Pero esa… es otra historia.

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