- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Son inherentes a quien los vive. Están con cada uno. Son una expresión contundente del ser y estar. Fluyen a la manera de su precursor y en ese transcurrir se representan a través del hacer. Sus formas tienen el toque particular del que las produce. Son la esencia de la vida. La forman en cada instante. Por lo tanto, se constituyen en determinantes protagonistas del quehacer, es que están llamados a darle sentido a la propia existencia. Ellos son los microacontecimientos de bienestar.
Del idioma griego es el origen de la palabra micro, cuyo significado es pequeño. Así surge la identificación de aquello que tiene un tamaño considerado como tal, que puede ser medido como una unidad diminuta. Aunque su concepción primera aún es utilizada, su alcance es susceptible de adquirir otras interpretaciones. Muchas, tantas como la posibilidad de asociar una cantidad enunciada como millonésima parte a los miles de millones de ser humanos que construyen día a día su vida. En cierta medida uno compone al todo. Y su presencia es vital.
De hecho, esa composición universal necesita de todos los fragmentos que la integran. En el plano individual también acontece dicha conexión, por eso, una palabra es capaz de ocasionar múltiples consecuencias. Así, por ejemplo, un aliento expresado en una oración puede cambiar una historia. Como cuando una nena o un nene amplían su imaginación al ser estimulados a seguir detallando los pormenores del cuento que repiten las veces que se les aparece en su gran mundo cognitivo. Esas criaturas tienen nombre, familia, vínculos sociales como los generados en la escuela o en el vecindario; así como ellos cada ser humano tiene historia, afectos, vocaciones, áreas en donde puede desarrollar las virtudes que posee y relaciones en los diferentes grupos en donde socializa. En todo lo expuesto, la palabra es una noble compañera para crear microacontecimientos de bienestar.
Al conceptualizar lo que significa acontecimiento se lo considera como un suceso, debido a que deriva del verbo en latín contingere, que al traducirse es suceder. Un acontecimiento es un suceso importante, a lo que algunas definiciones le agregan que debe ser extraordinario y que debe llamar la atención. Dichas características reinan ante la posibilidad de estar vivo. A partir de esta maravillosa oportunidad cada cual podría hacer una lista enunciativa de sus actos relevantes. Es uno el que le otorga valor a lo que vive, entonces, siempre es el tiempo para respetar las palabras que uno emite, por aprecio hacia uno mismo y, fundamentalmente, por consideración hacia el prójimo. Es extraordinario poder comunicarse con el otro, escucharlo y atenderlo.
A las palabras le dan validez los hechos. Por consiguiente, cada acción puede ser interpretada como un suceso único, valioso, con miras a la construcción constante de microacontecimientos que generen bienestar en los ámbitos en donde las mismas acontecen.