- Por Laura Ramos
- Socia del Club de Ejecutivos
Los últimos acontecimientos violentos sucedidos en plena capital del país deben ponernos en alerta sobre la realidad que muchos desconocemos. Hay una realidad paralela a nuestra vida cotidiana que cada vez se hace sentir más cercana y real. Ante todo esto, no podemos dejar de analizar qué estamos haciendo mal como sociedad.
El hecho que la sociedad civil y empresarial esté desconectada de la realidad que nos rodea es preocupante. Hay una parte de esta que probablemente no tenga el termómetro de la situación, pero hay otra parte más informada, que probablemente tenga algún tipo de vínculo con determinado actor económico político y solamente finja ignorarlo. Es complicado si desde todos los sectores que conforman una economía en un país hay actores relacionados, de forma directa o indirecta, con el crimen ya sea desde el contrabando, el tráfico ilícito entre otros. ¿Cómo puede una sociedad blindarse y protegerse si los propios componentes de esta no están impunes? ¿Quién defenderá los verdaderos intereses del país si muchos de sus componentes están dentro del sistema podrido y contagiado de vicios?
Tenemos que hacer un mea culpa dentro de la sociedad civil, porque lo que está pasando en nuestras calles ha llegado hasta este punto porque hemos permitido que ciertos actores sean protagonistas y tomadores de decisiones importantes de nuestra realidad.
Debemos ponernos de acuerdo en cómo rectificar el rumbo de nuestro empresariado, de los políticos y de todos los grupos de poder que eligen día a día el futuro de nuestros hijos. Creo que a nadie le gustaría vivir en un narcoestado. Pero es a lo que estamos apuntando cuando cerramos los ojos y dejamos que el poder fluya, independientemente de sus orígenes. Entiendo que la tentación es grande y las posibilidades de crecimiento personal de varios actores es a pasos agigantados, pero las consecuencias también son así de gigantes y violentas como pudimos ver en los últimos días.
No debemos de ceder ni permitir que la violencia y los negocios ilícitos copen el normal crecimiento de nuestro país, ni que nos conviertan en una sociedad sin escrúpulos ni principios. Debemos reaccionar como sociedad ante este copamiento de los estamentos de poder, tanto en el sector público como en el privado, por personas que nada tienen que ver con un futuro próspero y brillante de nuestro país, sino solo piensan en cómo ganar guerras personales a como dé lugar, sin tener en cuenta las destrucciones que generan en el camino.
Debemos fortalecer nuestros mecanismos de transparencia y de justicia para que no se permitan usos y abusos contra los más débiles, y que los estén fuera de la ley sientan todo su peso. Pero así como las instituciones públicas de justicia deben funcionar adecuadamente, así también la sociedad se tiene que depurar de sus actores ambiguos y con actuar poco claro, ya que estos son las manzanas podridas que descomponen al resto.