- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
Hoy en día, se le cuestiona permanente a la política y a quienes han decidido dedicarse a ella con pasión y compromiso, la falta de respuestas ante los principales problemas acuciantes de los ciudadanos. Algunas críticas vienen de sectores interesados, Oenegés, grupos de medios de comunicación, referentes de opinión pública. Sin embargo, hay otro sector que plantea esta crítica de manera sincera, con una real intención de mejorar las cosas y es a ellos a quienes los políticos se deben, un sector que ansía que la agenda ciudadana sea la misma que mueva a los políticos, que se asuma que las preocupaciones de los ciudadanos son las que se escuchan en los debates políticos. Obviamente, la obligación de proponer soluciones y propiciar oportunidades que mejoren la calidad del día a día de la población debe venir de la dirigencia política.
Llegar a casa sano y salvo sin que nos asalten, tener un empleo digno y justamente remunerado; pagar la luz, el agua, el alquiler, ir a la despensa par poder cargar la heladera y comer tres veces al día, no atrasarnos en la cuota de la moto o el auto; que nos sobre un poco para entretenimiento, que salir a tomar una cerveza con amigos no sea un lujo. Incluso que cuando comamos un lomito sea de carne vacuna, como nos prometen, y no de caballo. Poder avanzar, sentir esa mejora en la educación y salud públicas, en la calidad de vida. Planteados así pueden parecer cuestiones mínimas o banales, pero son estos los temas que movilizan a la inmensa mayoría de la población en Paraguay.
Lastimosamente, pocos son los políticos que logran dimensionar cuestiones como estas y prefieren quedarse en los “grandes temas”, demasiado profundos. Además, optan por conceptos rebuscados para aparentar sabiduría consiguiendo solamente alejarse de la gente. Todo lo contrario a lo que manda el manual. Mientras tanto, la ciudadanía está en las cosas que realmente son temas de conversación entre familiares, compañeros de trabajo o los amigos del fútbol. Estos incluso pueden ser muy útiles para una nota periodística, pero sin una estrategia política y de comunicación detrás no pasan de ser intrascendentes y la gente los olvida.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, implica coraje y creatividad. Coraje para asumir los temas que realmente interesan al electorado y creatividad a la hora de plantearlos.