- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Podemos construir aquello que nos proponemos hacer. La presencia de la idea nos transporta hacia un mundo imaginario posible. El rostro de los niños, recreando en sus mentes la historia que un narrador les cuenta a través de la lectura es una señal que fomenta la grandeza de la proyección humana. Que se estimula por medio de la generación de pensamientos que iluminan el trayecto por recorrer; es que en esa luz hay un corazón, muchos latidos y por sobre todo... sueños por vivir.
Atentos al siguiente párrafo que será leído, entusiasmados por lo que vendrá, dispuestos a cerrar los ojos como si en ese universo interior hallaran a los protagonistas del relato que están escuchando, inmersos en ese estar inolvidable, reunidos sin haberlo programado, de pronto se ven unos junto a otros compartiendo un libro, es que al cabo de unos párrafos leídos en voz alta han decidido darle el ejemplar al que está al lado y de esa forma hacerlo parte del círculo de lectores que toman la palabra para difundir el mundo de las letras.
Están sumergidos en lo que le sucede a los personajes citados en el texto, así se los percibe, se siente lo que están viviendo. Es un momento único, especial, trascendente para su memoria, sin que lo sepan se está alimentado su capacidad de almacenar en sus inconscientes los momentos que alguna vez se transformarán en referentes conductuales, que les darán un fondo de sentido a lo que decidan desarrollar.
Durante las escenas que se expresan nacen los gestos que relucen las ganas de seguir inmiscuidos en la exposición de las palabras que emocionan. La lectura los une, sin acuerdos previos hay una voluntad comunitaria que construyen y que aprenden a conocer, de alguna forma esta experiencia les servirá para crear espacios sociales. Entonces dirán que así como experimentaron la convivencia entre los libros podrán hacerlo en otros asuntos que deberán asumir.
Cuando uno lee, los otros escuchan con atención. En la niñez se aprende a respetar los tiempos de los demás, a darle valor a las ganas de participar que demuestran los compañeros, a reconocer el sonido de cada voz, a transmitir con énfasis lo que se quiere decir.
¿Qué futuro les depara a estas inocentes criaturas?, ¿qué harán de sus vidas?, ¿hacia dónde dirigirán la inteligencia que poseen?, las respuestas se darán con el tiempo, con sus testimonios. Hoy son la esperanza de una sociedad que los necesita, que los contiene con lo que está a su alcance.