• POR EDUARDO “PIPÓ” DIOS
  • Columnista

Existe, desde el 2008, una especie de mito o leyenda urbana en la que Lugo “ganó con los votos que le dio Castiglioni” para “castigarle a Nicanor por haberle robado las internas”.

Partiendo de esa premisa, falsa por los motivos que expondremos más abajo, la oposición, más bien Efraín, se ha candidatado ya dos veces y va por la tercera, imponiendo la idea de que “la oposición unida” (obviamente detrás del “mesías” Alegre) volvería a derrotar a la ANR. Por ello, cualquier mortal que osare ir por su lado, sin alinearse al “Führer de las tilapias”, es catalogado de funcional al coloradismo, o al cartismo, que es la obsesión del amigo de las facturas apócrifas y su pandilla de vividores del dinero público.

Primero, si uno analiza la coyuntura de ese 2007/2008, encontramos una candidatura impuesta por Nicanor en el oficialismo colo­rado, que tenía, principalmente, dos “proble­mas”, falta de liderazgo de la candidata y que fuera una mujer, era mucho desafío a la vieja estructura, y además Blanca Ovelar adolecía, y adolece, de la falta de carisma necesario para entusiasmar a la masa colorada.

Sumémosle a eso el pirevai político que gene­raba la prepotencia y la arrogancia de un Nica­nor todopoderoso y que no escuchaba razones.

Esto llevó a que la interna fuera sangrienta y demasiado pareja para no generar, al menos, serias dudas sobre la legitimidad de la elección.

Si bien no hubo apoyo de los derrotados a la can­didata colorada, tampoco hubo una campaña abierta de estos a favor de Lugo, sino más bien una suerte de brazos caídos.

Ahora entremos a los números que demues­tran que jamás los votos colorados fueron a Lugo Méndez (ser el sobrino de Epifanio es otro de los cuentos que sostienen este mito, sin olvidar que si en el 2008 quedaba algún epifa­nista melancólico vivo, habrá estado muy viejo para ir a votar).

El resultado final fue de 765.000 votos para Lugo contra unos 574.000 para Blanca. Ahí arranca el mito. El resultado de la sangrienta interna había arrojado un total aproximado de 660.000 votos (335 mil de Blanca y 325 mil de Castiglioni), por lo que la “fuga de votos” castiglionistas rondaría los 85.000. Lo que los “analistas” “probolsa de gatos” no recuerdan ni quieren recordar son los 411.000 votos de Lino Oviedo, escindido de la ANR, cuyos votantes no eran precisamente “progres” ni “anticolo­rados”. Para reforzar esta tesis, simplemente vayamos a los votos que había sumado la opo­sición 5 años antes, en el 2003, en que “Yoyito” Franco y Fadul habían obtenido un total de 700 mil votos sumando ambas candidaturas y en que el oviedismo (sin Oviedo en la chapa) había sacado solo 200 mil. Entonces, Lugo obtiene solo un 41% de los votos uniendo la oposición casi en su totalidad, más los de Fadul que solo obtiene 44 mil votos (2%) y en el 2003 separa­dos habían tenido arriba del 45%.

Es decir, la supuesta fuga de votos de Casti­glioni fue claramente a favor de Oviedo, un colorado de pura cepa, mesiánico y populista que simplemente aprovechó la coyuntura y duplicó sus votos.

Sumémosle a esto la pésima experiencia de los colorados durante el gobierno opositor de Lugo-Franco, con despidos masivos, perse­cusiones políticas, y la cereza de la torta, la falta total de carisma, simpatía y confianza que genera Efraín Alegre, no solo en los colo­rados, sino entre sus propios correligionarios, y el cuentito no cierra.

Resumen: Hoy tenemos un candidato colorado con una fuertísima legitimidad de origen, con carisma y que genera confianza y simpatía, no solo en sus correligionarios, sino en muchí­simos no afiliados, y con una preparación a toda prueba. El caso de Alegre es totalmente inverso, viene de una interna llena de episodios de fraude que han generado enojos y fracturas en su propio movimiento interno, una Concer­tación pegada con saliva, que no genera la menor confianza y una falta de preparación para el cargo, que se evidencia en su falta absoluta de propuestas concretas para un país en crisis.

Ni “Santi” es Blanca, ni Efraín es Lugo, ni Marito es Lino Oviedo, ni tiene fuerza propia para pedirle nada a nadie, ya que es un lastre más que una ayuda. Lugo fue un hábil articu­lador que logró el apoyo pleno de la dirigen­cia liberal, mientras que Efraín demuestra su desprecio público por sus “enemigos inter­nos” y traiciona a sus eventuales aliados de la izquierda una vez más eligiendo a una candi­data a vicepresidenta rechazada por estos. No bastan las visitas al hospital, ni los tuits con fotos y alabanzas a un Lugo convaleciente al que destituyó con entusiasmo en el 2012. No basta con tildar de “cartista” a quien discuta al dictadorzuelo azul. El problema de la opo­sición no es la oposición, es Efraín.

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