- Por Jaime Zúñiga
- director del Club de Ejecutivos
Días pasados se generó toda una polémica en redes sociales por comentarios de un empresario uruguayo, quien como respuesta a un intendente local utilizó el término “republiqueta” para hacer referencia a Paraguay.
Obviamente, cualquier lector va a interpretar que dicho calificativo fue utilizado para describir una característica de nuestro país. Sobre todo, si seguidamente hace la observación de que en Uruguay sí se respetan las leyes y reglamentaciones, cosa que sabemos no es característica nuestra.
Siempre nos cae como balde de agua fría que un foráneo nos toque el orgullo. No nos gusta eso. Es humano y natural. Suelen ser mejor aceptadas las críticas constructivas, que la simple descripción de nuestros errores.
Si bien me pareció algo fuera de lugar el comentario de esta persona, no fue lo que más me sorprendió (lamentablemente). Lo que me llamó más la atención fue que al entrar a leer los comentarios en las distintas publicaciones de esta noticia, estimo que más del 90% de los comentaristas preguntaban a otros que se sentían ofendidos, dónde estaba la mentira del comentario. O afirmando que era una realidad, que no tendríamos que ofendernos, que no hacemos nada por cambiar o simplemente que así nomás luego somos.
Es que cuesta tapar el sol con un dedo. A veces lo hacemos con una mano, cuando necesitamos ver que hay delante de nosotros. En este caso, si no hacemos nada, delante de nosotros solo veremos más de lo mismo, una misma imagen-país que cuesta asumir, que nos molesta, que nos duele. Y que seguirá así si es que no hacemos nada al respecto.
Malo sería que los comentarios que leí hubieran sido solo de ofendidos lectores despotricando contra el desafortunado comentario. Creo que eso me hubiera parecido más natural, pero al mismo tiempo solo hubiera sido un falso muro para tapar el sol.
Nuestros propios medios de comunicación, principalmente los escritos (y en versiones digitales) se encargan todos los días de exportar esta imagen-país que tanto rechazamos. El extranjero no necesita vivir acá para generar sus juicios de valor, solo necesita acceso online a nuestros medios, y con esa lectura ya nos puede encasillar donde mejor le parezca. Pero el lector local ya se acostumbró a estos apelativos, y ya no le causan ninguna reacción.
Nos cuesta mejorar de motus propio, a veces necesitamos este tipo de críticas externas para de a poco salir del letargo. Pasar a la acción es algo que duele, que molesta, porque conlleva involucramiento, o sea, convertir al problema en algo personal.
Tenemos dentro de poco una gran oportunidad para que este 90% de personas que asumen una realidad-país hagan algo al respecto. Y comiencen a exigir y exigirse un cambio para no tener que estar ni ofendiéndose ni asumiendo una realidad que a nadie le gusta.
Dejemos que el sol nos dé en la cara, pero que eso nos mueva a la acción. No nos quedemos inmóviles simplemente reconociendo nuestras falencias, puesto que nos podemos calcinar. Ser agentes de cambio suena ya algo trillado, pero es algo que deberíamos ser capaces de asumir, así como asumimos que cada día el astro rey nos hará el favor de aparecer en el horizonte.