Probablemente Byug Chul Han, un filosofo surcoreano con carrocería de rockstar, es de los que más han inquietado con sus teorías la relación del futuro social y político ante el imperio de las nuevas tecnologías de la información.
Sus perspectivas al respecto del poder imantado de las redes sociales sobre crecientes mayorías sociales, desde sus libros, a los medios mundiales que lo mencionan y hasta estudiosos y youtubers sobre el pensamiento y las teorías de Han, recogen una verdad inquietante explicable como el reemplazo de la tensión racional del discurso político por el régimen de las creencias, lo cual lleva a temer un futuro próximo en el que una mayoría de personas influidas por las redes sociales en función a la política, se comportarán con mayor semejanza a aquellos que asumieron el diluvio universal como una advertencia moral, antes que a aquellos que confiaron en los Galileos y Copérnicos de la historia.
El comisariato del algoritmo
El argentino Claudio Álvarez, al comentar las teorías de Han, se detiene en un punto interesante y se refiere al ciclo que se desata dentro de este nuevo imperio signado por el comisariato del algoritmo, al comentar: “Internet me informa de lo que me gusta/ Refuerza mis creencias/Me mete en un bucle de ego/Disuelve las culturas”. Y agrega que “como consecuencia las redes se ‘tribalizan’”. Pero el dato más potente, en relación con esta interacción humana en RRSS, asoma en la posibilidad de que se retorne a un sistema de creencia como fijación de consignas dominantes por sobre la capacidad histórica de llegar a conclusiones a través del recurso de la duda, el debate, el diálogo y el discurso. Por cierto, el nuevo (viejo) no-discurso ha sido y sigue siendo la creencia.
Esto hace que “el campo estará verde, debe ser primavera” (Sabina) con la fertilidad que implica para las teorías conspirativas y los fake news que no necesitan ni necesitarán nunca de la crítica, sino sencillamente de los dogmas.
Pero las redes no tienen la culpa
Ellas no tienen la culpa de la existencia de un caldo propicio para este bypass portentoso sobre el reino de los eternos dueños de la verdad. La culpa la tienen “estos eternos” responsables de la edificación de sociedades pobres, sin acceso a la información y a la educación desde una democracia elitista, satisfecha con éxitos cosméticos, que históricamente también han manipulado a las mayorías desde tales debilidades y el estado de la pobreza regional y mundial es un ejemplo irrefutable. Un día llegaron Trump o Bolsonaro a manipular desde la otra orilla, la de las creencias, las fake news, las teorías conspiraticias, y gracias a ello, los “eternos dueños” de todas las ideologías han asumido que algo estaba fallando en el sistema. Esa falla es increíblemente fácil de localizar: la inequidad social y educativa. Y esta falla siempre existió, mucho antes que Trump y Bolsonaro. (Es justo señalar, ya que citamos a Brasil, que el nuevo presidente Lula sí enfocó como pocos gobiernos la superación de la inequidad social, pero esto no hace sino reafirmar la gravedad de la línea de base que mencionamos precedentemente y de cómo tal inequidad ha sido eternamente funcional a la construcción del poder, en una u otra orilla).
Pero volvamos al punto
Si la actual tendencia siguiera, los teóricos del discurso político, la criticidad, el debate y el discernimiento como fórmulas de fortalecimiento de la democracia (que nunca dejará de ser la mejor opción I), lejos de llorar sobre la leche que se viene derramando, deberían formular teorías de ocupación de estos espacios crecientes, tratando de enfocar en tales lugares nuevos los históricos debates civilistas con formatos hiperrevolucionarios. ¿Habrá que resolver cómo explicar Clístenes de Atenas en 280 caracteres? Sí, claro que sí, habrá que resolverlo.
De lo que la política sostenida en la probidad democrática (que nunca dejará de ser la mejor opción II) tiene que tomar nota es que las redes sociales no son una alternativa, son una obligación. Es el camino nuevo para llegar a una mayoría en proceso de gestación.
¿Se acuerdan de los outsiders?
En un lustro más, los outsiders serán un triste fémur de jagua yvyguy, exhibido en un museo de Filadelfia, Chaco. (Aprovecho para sacar el sombrero ante las comunidades mennonitas que sí saben tener museos y de calidad). Cuando nacieron ellos, Collor de Mello para adelante, era por el supuesto del descreimiento a la política tradicional (en el fondo tenía mucho que ver con la incidencia de la TV como generadora de individuos populares). Estos serán reemplazados por los influencers. El Presidente o la presidenta del 2028, o el 2032 será un/a influencer. Y eso será así porque del ágora donde gracias al poder de la dialéctica se consagraba a alguien como INFLUYENTE se está mutando a las redes donde el talento que sabe generar mayor acumulación de “creyentes” será el Influencer lomo plateado, capaz de ser líder.
Presidente influencer
Por último, y doblando la apuesta, el presidente del 2023 deberá aprender que un poder que lo conecta con el pueblo, mucho más arriba de la influencia positiva o chantajista de los medios es, justamente, la red social. Un presidente del cuarto de siglo XXI debe aprender a ser influencer digital aparte de ser un influyente analógico.
(Me divierte pensar que todos los que sospechan, al terminar este comentario, que este ciclo que anunciamos queda demasiado lejos son aquellos y aquellas que decían hace cinco años que el Twitter nunca va a ser una herramienta de incidencia política).