Desde mi Mundo

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Podría escribir sobre política. Sobre como nos roban los políticos. Sobre como la corrupción toca nuestras vidas, pero no.

Hoy quiero contarles una historia. La vivi. Nadie me la contó. Pedrito no debe tener 10 años. Lo veo desde hace un tiempo sobre Chóferes y Mariscal López. Sé su nombre porque me llamó la atención su sonrisa. Y en uno de esos cambios de luces intercambié con el unas palabras.

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Limpia vidrios mientras sus padres venden, a veces frutas, otras chucherías. Lo que esté al alcance para ganarse algo que llevar al plato. Nada más. No creo que les de para vivir dignamente.

Pero esa es otra historia.

Venía pensando en las sonrisas de mis hijos al encontrar sus regalos de Reyes. Es lo más grande, me decía a mi mismo hasta que Pedrito cambió mi perspectiva.

Alguien desde un auto le entregó un paquete. Vi su sorpresa y cómo se transformó su carita al abrirlo. Sonreía de manera mágica. Como si estuviese descubriendo algún tesoro.

Tiene 10 años pensé.

Seguro no esperaba un regalo de Reyes en esa calurosa calle donde cada día lucha por sobrevivir.

Entonces, sucedió algo que yo no esperaba. Pedrito se detuvo. Pensó. Envolvió el juguete y sin cruzar palabras con nadie pasó de un lado a otro de la calle y le dio el paquete a un niño indígena muy pequeño que lo abrazó y hasta puedo jurar que lloró.

Me sentí pequeño en un mundo enorme. Si los grandes tuviésemos esa solidaridad el mundo sería diferente.

La fantasía de los Reyes se había consolidado en ese momento real. Pedrito volvió a limpiar vidrios. Y yo me perdí en ese gesto. Me recordó mi niñez, a mamá y sonreí en silencio. Miré a todos lados a ver si alguien más lo había percibido. Seguí mi camino. El 6 de enero siempre tendrá esa magia.

Etiquetas: #años

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