El sol hace lo suyo, su puesta es alucinante. Se presenta desde el oriente y con su brillante existir ilumina a quienes lo perciben. Contemplarlo es como volver a nacer, quizás eso sucede inconscientemente en aquellos que lo adoran, que se transforma en el plano práctico en una sonrisa, en un suspiro, en un agradecimiento, o simplemente en una conexión silenciosa en el bello instante que fluye. De alguna forma el gran protagonista se hace sentir, se encarga de transmitir su energía. Aunque él haga lo suyo, quien asume cómo interpretarlo es el que detecta su estar.

Para Arthur Schopenhauer (1788-1860), la realidad que percibimos y vemos, y cita al sol, entre otros ejemplos, está constituida por las percepciones dependientes de la conciencia, que permiten ser identificadas como fenómenos. En su obra cumbre “El mundo como voluntad y representación”, escribió: ‘’Aunque intentásemos imaginar un mundo sin sujetos que lo perciban, sólo podemos hacerlo de manera abstracta, mas enseguida nos damos cuenta de que es imposible prescindir del sujeto, ya que continúa siendo nuestra conciencia la que imagina dicho mundo, aunque sea de manera abstracta; en semejante operación tratamos de eliminar lo que está implícito, se presupone y es condición necesaria del acto de imaginar: el sujeto mismo, unido de manera indisoluble al objeto”.

Lo que está puede ser percibido, basta que se lo perciba. Hay que potenciar el acceso al desarrollo constante de la predisposición hacia las orientaciones que ayudan a detectar lo que sucede. Es un ejercicio que requiere dedicación y por sobre todo atención. Oriri en latín hace referencia a nacer, y es el antecedente de orientar. Por lo tanto, al percibir los fenómenos externos uno da a luz una nueva sensación que moviliza a la estructura psíquica.

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Las experiencias tienen su influencia. Actúan como indicadores de la memoria, aparecen en el plano mental a la hora de recordar un hecho que tiene cierta similitud con lo que se está viviendo, en algunos casos puede asociarse con determinadas alarmas que activan emociones que no quisieran vivirse, como también alientan a recrear aquellas que estimulan las que le dan un ímpetu especial a la vida.

Es preponderante el rol del ambiente en donde fluye cada ser, debido a que el tejido cultural es un factor relevante en el crecimiento de las personas. De ahí el respeto al ejemplo del otro, de lo que hace para transmitir su esencia, es que el otro puede ser percibido como el sol. El sol también es el otro y el otro también es el sol. Es el otro un orientador ante el prójimo, participando cada cual de un círculo que no tiene fin y sí cada vez más extensión, la que debe fomentarse por medio del cultivo de las percepciones que generen perspectivas constructivas.

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