- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista
- docente y político
El líder del otrora poderoso movimiento de Reconciliación Colorada, doctor Luis María Argaña, observó las elecciones generales del 9 de mayo de 1993 desde el silencioso amparo de su morada familiar. Y tenía justificadas razones: había sido víctima de un alevoso fraude en las internas de la Asociación Nacional Republicana del 27 de diciembre de 1992. Cuando fracasaron sus terminantes argumentaciones, no impidió, a pesar de la ascendencia indiscutible sobre sus seguidores, que sus referentes nacionales y regionales trabajaran por el partido. Ni pidió el voto en contra de sus espurios candidatos. Y así, el ingeniero Juan Carlos Wasmosy llegó a la Presidencia de la República, y Ángel Roberto Seifart, a la Vicepresidencia. Y Nicanor Duarte Frutos fue ministro de Educación y Culto. La superioridad intelectual e ideológica de Argaña dentro del coloradismo no admitía disputas. Estuvo al frente de un proyecto partidario, sin más recursos que su carisma, sus convicciones y su oratoria doctrinaria, desde el inicio de la transición democrática hasta el final de su existencia, en un cobarde atentado, el 23 de marzo de 1999.
No podemos incluir en este recuento al movimiento Unión Nacional de Colorados Éticos (Unace), de Lino César Oviedo –sindicado como responsable del asesinato del entonces vicepresidente de la República– porque rápidamente el ex general fundó su propio partido político fuera de la ANR. A pesar de las “sesudas meditaciones” de Nicanor Duarte Frutos de que “el cartismo ya no tiene futuro como un proyecto político” (noviembre del 2016, según me informa un colega), el movimiento Honor Colorado es el único que ha logrado sobrevivir fuera de la estructura del poder. Hoy, el cartismo tiene al presidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado y al candidato a la Presidencia de la República.
El movimiento Progresista Colorado, creado por Duarte Frutos para los comicios internos del 2007, se evaporó más rápido que el alcanfor. El propio ex presidente de la República admitía públicamente que, apenas salió del gobierno el 15 de agosto del 2008, hasta su celular había dejado de sonar. Es que su liderazgo era de hojalata. Estaba sujeto a prebendas y regalías. Así fue quedándose solo. Es también el destino irremediable de Mario Abdo Benítez. Fuerza Republicana es un movimiento en acelerada extinción. Porque, igual que el Progresismo, nunca tuvo más proyecciones que las lealtades sujetas a los cargos públicos. Hoy mismo, solo tratan de mantenerlo en escena aquellos que aspiran a continuar masticando los recursos públicos con el pretexto de la unidad partidaria sedimentada sobre la impunidad y la repartija de cargos. La inmoralidad en su más obscena representación.
Nicanor Duarte Frutos, el lunes 19 de diciembre, a primera hora, ya declaró que “hay que sentarse a discutir cómo vamos a administrar el poder”. Mario Abdo Benítez envió a sus peones a ladrar el mismo libreto. Si tuvieran un poco de decencia, de decoro, de pundonor, hubieran aceptado la derrota con hidalguía. Y quedarse callados. Nadie es imprescindible dentro del Partido Colorado para ganar elecciones, solo el pueblo. Mucho menos los escombros y las decadentes figuras que ya no tienen credibilidad ni electorado.
Ahora, resulta que “si Cartes y Peña no bajan los decibles no habrá unidad en el Partido Colorado”. Yo siempre sostuve en mis artículos que el discurso proselitista del oficialismo haría imposible cualquier posibilidad de acercamiento entre los líderes de ambos movimientos. Pero, dejemos que hablen ellos mismos, que para eso están los archivos. El 5 de agosto del 2022 el mandatario había afirmado que “la verdad lastima a quienes van por el camino torcido (…). Yo comparo a Horacio Cartes con Al Capone”. El 19 de ese mismo mes y año, nervioso, arremetió: “Quienes quieren echar al partido no somos nosotros, son los que proponen candidaturas sucias, candidaturas enlodadas, candidaturas que no tienen identidad colorada, de un líder que tiene fuertes cuestionamientos a nivel nacional e internacional (…). Todo su itinerario de vida es un itinerario oscuro, un itinerario sucio, nosotros vamos a ganar estas elecciones de manera contundente”. El 20 de noviembre reaseguró que “yo no me voy a abrazar con Cartes (Horacio), yo me abrazo con mi señora nomás y con nadie más”. Y en vísperas de las elecciones internas, el 14 de diciembre fustigó: “Esa plata sucia, de un hombre sucio que hoy agoniza porque su proyecto está agonizando”. Y ampliando el blanco de sus diatribas se extendió a los hombres más cercanos a Cartes: “Se esconden ahí, en sus muros, adentro del aire acondicionado y le hacen hablar a sus periodistas pagados con plata del crimen organizado”. Personalmente, ya le respondí dos semanas atrás.
Nicanor Duarte Frutos, que tiene la más alta graduación partidaria de “mariscal de la derrota”, aceleró los arrebatos de su ya conocido desequilibrio el 15 de diciembre: “Se tiene que decidir si queremos un Paraguay manejado por un presidente íntegro (Arnoldo Wiens), un presidente que no está vinculado al crimen organizado, con el lavado de dinero, con el contrabando. No necesitamos un presidente tembiguái, que no tiene autonomía, que no es capaz de pararse por sí solo y que siempre responderá a sus patrones”, haciendo alusión a Santiago Peña. El 15 de agosto de este año: “El movimiento Fuerza Republicana no tiene interés en un acercamiento con el movimiento Honor Colorado (…). El abrazo republicano no puede ser para defender intereses mezquinos de grupos privilegiados. No hay ninguna posibilidad”. Sin embargo, ahora que experimentaron una “pavorosa” derrota, se vuelve loco por un “acercamiento” para “defender sus intereses mezquinos”. Pero ni siquiera de grupos, sino de los suyos, personal y familiar.
El 13 de agosto, Duarte Frutos, en pose doctoral, estaba dando cátedra sobre la necesidad de “replantear la conducta política”. Creo que este es el mejor momento para hacerlo. Y que él se ponga como ejemplo. Pero, al parecer, es más fuerte su deseo de seguir realizando nombramientos firmados con lápiz labial. Buen provecho.