- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
Con un lenguaje panfletario, que es el único que conoce, el presidente de la República pretendió denigrar a los trabajadores de este medio periodístico. Le voy a responder con el mismo estilo, que es el único que él entiende, aunque con una pequeña variación en la definición de este recurso: en su caso, no hay fama, ni honra ni buena opinión que atacar. Todo el dinero, absolutamente todo, que registra en su cuenta (en blanco y camuflado) Mario Abdo Benítez es dinero sucio. De origen sangriento. Exuda el salobre gusto de las lágrimas y el sudor de un pueblo uncido al yugo de la explotación por un déspota despiadado. Dinero que gime la tragedia de varias generaciones aplastadas bajo las botas de un tirano del cual su padre, Mario Abdo Benítez, fue servil esbirro.
Esa es la raíz de su fortuna. Yo critiqué duramente a esa dictadura con mi nombre y apellidos. Y, a veces, dependiendo de la generosidad del editor, con una foto identificatoria. Lo hice desde la redacción de un diario sin aire acondicionado, utilizando, entre teclas y teclas de la máquina de escribir, un pedazo de cartón como pantalla. Enfrenté a la dictadura desde la lucha gremial, como secretario general adjunto del Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP) y presidente del consejo de delegados del Movimiento Intersindical de Trabajadores (MIT). Y también lo hice, como diría Roa Bastos, desde el foro de la calle.
Mientras el niño consentido del autoritarismo estudiaba con plata robada al pueblo en uno de los colegios privados más caros de Asunción. Una plata, por cierto, desperdiciada, como perlas tiradas a los cerdos. Así que, Marito, no necesito esconderme detrás de nadie para decirle corrupto a un pelele cuadrúpedo y orejón. Y para continuar con la dinastía del latrocinio, ya le está enseñando los primeros pasos a uno de sus hijos. Las evidencias son irrebatibles.
El padre del actual Presidente fue un analfabeto pleno, sin ninguna creatividad emprendedora. Su único oficio conocido es la genuflexión al dictador. Era miembro nato de los comensales en las orgías del poder. Así logró construir una costosa mansión sobre la avenida Mariscal López. En esa lujosa residencia creció el que llegó a la primera magistratura de la nación como un error de la naturaleza, una deformación histórica. A ese miembro privilegiado de la tierna podredumbre le decimos que la podredumbre retratada en nuestro diario no es sino el reflejo de su gobierno y de su vida personal y familiar.
Igual que la camarilla de la que formaba parte su padre, que construyó su fortuna sobre la represión, tortura y muerte de humildes paraguayos que soñaban con días de libertad para la patria, el mandatario acrecentó su patrimonio de origen espurio manoteando los recursos que debían ser destinados a la campaña para hacer frente a la pandemia generada por el covid-19. Por culpa de su inescrupulosidad y angurria, miles de contagiados murieron en los pasillos y en las aceras de los hospitales. Alguna vez la historia habrá de enrostrarle el justificado título de genocida.
Por tanto, con estos antecedentes, cualquier cuestionamiento a nuestra tarea como periodistas, que procede de este solípedo que no puede con el peso de sus propias orejas (al decir de Arturo Bray, refiriéndose a otro personaje), carece de autoridad que la sustente como creíble. El pus no está entre nuestras páginas, se excreta del quiste que Marito tiene como cerebro y supura resentimiento, odio, rencor y rabia por los cañonazos con que el golpe militar destruyó su holgada vida aquel 2 y 3 de febrero de 1989, y porque no aceptó que su padre estuviera, y con sobradas razones, en la cárcel; así como no tuvo la entereza espiritual para superar episodios traumáticos en su vida privada.
Buena yunta hace con Nicanor Duarte Frutos, ex presidente de la República y actual director de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Un tembiguái del dinero. Prisionero de los placeres. Esclavo de los vicios. Tiene una enorme fijación por el dinero público mal habido. Devoto de la teoría de la erótica del poder esbozada por Henry Kissinger, ex secretario de Estado de los Estados Unidos de América, ha encontrado en la EBY la llave para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Es que a ninguno de los dos le da la talla para “sex-symbol”.
En su desenfrenada pasión por las riquezas aumentó sus posesiones a costa de los pobres, mediante el mecanismo de los víveres que debían ser destinados a los sectores más carenciados. Por los millones de dólares que repartió Yacyretá en ese concepto, en el país ya debería estar erradicada la pobreza extrema. Hasta un personaje acusado por estafa, con medidas cautelares y con prohibición de salir del país, recibió kits de alimentos en el departamento Central, por valor de G. 5.119.834.880, en complicidad con la coordinadora general del Área Social de la EBY, Noelia Núñez de Figueredo. Todo será develado a su debido tiempo. La justicia siempre llega, de aquí o del más allá.
Lo digo con mi nombre y apellidos: el padre de Marito se enriqueció con dinero que jamás pudo justificar. Marito sigue el mismo itinerario. Y, lamentablemente, ya le está llevando por el camino de los tratos amañados con el Estado a uno de sus hijos. En eso, Duarte Frutos fue más astuto. Los hijos del “mariscal de la derrota”, salvo algunas prebendas como en el presente, ya no tendrán necesidad de esforzarse en el futuro. El padre ya “ahorró” lo suficiente hasta para los nietos. Buen provecho.