La pandemia sanitaria del covid-19 que nos azotó por más de 2 años, produciendo la muerte de unos 20.000 compatriotas, que se pudo haber evitado, ha tenido un impacto negativo en los mercados laborales.

Una de las necesidades más imperiosas que tenemos a nivel país es la creación de más fuentes de trabajo para los jóvenes, dado que los niveles de incorporación plena dentro del ámbito laboral se encuentran restringidos por las altas tasas de desocupación e informalidad que seguimos enfrentando.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de desempleo en Latinoamérica sigue manteniéndose a niveles similares a los reportados antes del inicio de la pandemia, que era del 18%.

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Estudios realizados por la misma revelan que la cantidad de jóvenes en busca de empleo a nivel regional es de aproximadamente 10 millones, una de las peores crisis laborales de los últimos años.

Ante este escenario negativo, se torna en un problema de carácter estructural que guarda íntima relación con situaciones de pobreza y exclusión, siendo “caldo de cultivo” para la delictividad del cual no escapamos, puesto que muchos, en su desesperación, cometen actos deleznables que vemos, leemos y escuchamos todos los días.

Considerando que estas personas están en edad productiva, la falta de ingresos hará que se pierda demanda agregada y ahorro, que es lo que ya viene ocurriendo en nuestro país, sin que el Gobierno en estos 4 años y más se haya propuesto estructurar planes formales estratégicos que pudo haber paliado este atolladero laboral en que estamos sumidos.

Seis de cada diez jóvenes, ante la falta de oferta de un trabajo formal, y para no quedarse con “las manos vacías”, no tienen otra opción más que aceptar estos tipos de empleos informales, con salarios mensuales por debajo del mínimo legal, sin contar con los beneficios de la jubilación y seguro social del IPS, resultando desmotivante y sin la certeza de que en poco tiempo más podríamos estar mejor, salvo que el próximo gobierno traiga entre manos ejes estratégicos bien definidos que pueda hacerle ver a estos jóvenes aunque sea en penumbra “una tenue luz de esperanza al final del túnel”; pues, como mínimo, nuestro país precisa la creación de no menos de 500.000 nuevas fuentes de trabajo en los próximos años.

Se hace necesario que el gobierno de turno tome en serio la formación académica de nuestros jóvenes, que les permitan responder a las demandas de los mercados laborales, dado que miles de ellos no estudian ni trabajan, creando frustración y desmotivación por la falta de oportunidades.

Esta alarmante situación de deterioro del empleo juvenil forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático.

Los avances observados son pobrísimos, por lo que de este gobierno ya no resta esperar nada en absoluto debido a la inutilidad e ineptitud que han sido la constante.

Tenemos aproximadamente 452.000 jóvenes entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan, lo que de por sí refleja el serio problema que se suscita dentro de nuestro mercado laboral para los mismos, viéndose obligados miles de ellos a migrar del campo hacia las ciudades para seguir subsistiendo.

La inserción de nuestros jóvenes en posiciones laborales de menor calidad, prácticamente sin variación, dando lugar al subempleo y a la informalidad, siendo esta última la constante en las mipymes, donde se estima que seis de cada diez siguen operando “subterráneamente”.

En el 2020, la población joven en edad de trabajar era de aproximadamente 28% y con una proyección de crecimiento cercano al 3% en el corto/mediano plazo.

Al cierre del 2021, el 35% de los jóvenes desocupados habían concluido solo el ciclo primario, siendo en términos relativos muy similar a los que concluyeron la educación media atribuible a factores de orden económico (necesidad de empezar a trabajar a temprana edad por falta de recursos económicos).

Los niveles de desempleo de nuestros jóvenes siguen impactando negativamente en nuestro desarrollo y crecimiento económico, con un crecimiento exponencial de la pobreza y pobreza extrema.

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